lunes, 20 de junio de 2016

El valor de la puntualidad


JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS


Si hay una virtud que puede ser representativa del valor de alguien es la puntualidad.

Ser puntual comienza en el momento en que se define y asume, ante el otro y ante sí mismo, un compromiso que se ha de cumplir, también por respeto, delicadeza y amor por el otro.

No importa ser una vez puntual, importa ser puntual siempre. Esa constancia es la que determina parte del valor de alguien. El verdadero poder de cada uno de nosotros no es la capacidad de levantar grandes tempestades, sino el don de criar y alimentar brisas suaves y constantes.

Ser puntual es ser un punto forme en medio de un terreno resbaladizo.  Es ser más libre que los otros, porque se va más alto y, así, se llega donde los demás sólo sueñan llegar.

Ser puntual es cumplir el deber de ser señor de sí mismo. Punto por punto. Es ser consecuente en las ideas, noble en los sentimientos y, más importante, atento y cuidadoso en las acciones. Sin otro motivo sino el de ser fiel... a sí mismo.

Cada momento es siempre el último. El tiempo hace su trabajo sin repetirlo nunca. O lo asumimos y dominamos o, creyéndonos libres, nos dejamos ir... a donde no queremos... y después nos quejamos de los desatinos de nuestro destino. Es urgente vivir, como debe ser. Asegurando con determinación las redes de nuestro destino. No perdiendo el tiempo. No retrasando el deber. Sabiendo esperar. Sin prisas, ya que son la mayor razón de los retrasos.

Levantarnos de la cama a la hora que hubiéramos elegido la víspera es la mejor forma de comenzar el día. Por respeto a nosotros mismos. ¡Es estupendo comenzar el día con una victoria! ¡Una buena nota que dará el tono a la sinfonía de todo el día!

Al final, ¿Qué valor tiene una persona que, a sí mismo, se dice una cosa y hace otra?


                                                Ilustração de Carlos Ribeiro


http://rr.sapo.pt/artigo/56888/o_valor_da_pontualidade

jueves, 16 de junio de 2016

Reflexionando, cada día, más, hasta decir: ¡NO!


¿¡Pero, qué podemos esperar…, si no empezamos por nosotros mismos!?
  •         Si aceptamos  leyes que consagran la injusticia y nos discriminan según criterios ideológicos multiplicando así las posibles divisiones; superada la clásica división y odio entre ricos y pobres, ahora, por poner algunos ejemplos, la principal división es entre tener o no tener trabajo; entre ser un excluido social nativo o emigrante extranjero,  para poder así disfrutar de más o menos derechos elementales en tu propio país. Entre ser hombre o mujer, a la hora de enfrentarse a la justicia por haber ejercido violencia doméstica, o cuando han desparecido los lazos afectivos entre ambos cónyuges, y la única solución es separarse, dividir las fuerzas, y arruinarse familiar e individualmente...
  •         Si por un lado el Estado da pensiones y ayudas sociales,  y por otro consiente que los bancos, la mayoría recatados con dinero de todos, retraigan sin la menor compasión intereses y tasas a los beneficiarios, que ni con mucho llegan a fin de mes. Incluso permite que Hacienda les retraiga de tan míseros ingresos cualquier tipo de deuda, impuesto o multa...
  •         Si renegamos de los principios que han orientado la enseñanza durante siglos, y que han conducido a esta sociedad a las cotas más altas de desarrollo económico, social, etc.
  •         Si nos desprotegemos cuando despreciamos o renegamos de la trascendencia,  que nos convierte en hijos de Dios a todos, y nos estimula a crecer siguiendo un Modelo perfecto...
  •         Si no somos capaces de, ante las cotidianas y flagrantes infracciones a la cordura y al sentido común,  decir ¡NO!...
  •         Y así podría seguir enumerando cuantos peldaños le hemos ido quitando, alegremente, confiadamente, pero irreflexivamente, a la escala que de verdad nos permitiría ascender en la mejora personal y social, con esperanza, responsablemente.

lunes, 13 de junio de 2016

La alegría es paz que desborda


JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS


La alegría es un bien que se quiere compartir. Depende de la capacidad de cada uno de nosotros de desprenderse de lo que le impide volar. Sí, el alma vuela. Exactamente. Si no la aprisionamos con preocupaciones inútiles que se deben ignorar u olvidar, aunque, a veces, con bastante sacrificio.

Solo hay alegría cuando aprendemos a no entristecernos con dolores del pasado, a seguir adelante a pesar de los obstáculos del presente y cuando tenemos más fe que ansiedad en relación al futuro de nuestros sueños… la alegría es sin tiempo, está por encima del tiempo.

Es una condición esencial del verdadero contento estar dispuesto a vencer las guerras. Interiores y exteriores. Y vencer, a veces, es sólo luchar… cualquiera que sea el resultado. La alegría supone una paz de espíritu. Sin paz, no hay alegría.

Las personas que no envidian lo que los otros poseen, y que viven contentos con lo que son, tienen paz y, por lo tanto, alegría. Al contrario de aquellas que, aún teniendo mucho, consideran que es siempre poco, porque es mayor su ambición, o avaricia, o ansia de poder…

La alegría nace de la paz, es un silencio íntimo de quien lucha en la más importante de las guerras… es la voluntad de compartir el más precioso de todos los bienes: la felicidad auténtica.

La alegría no es el entusiasmo del principio… sólo hay verdadera alegría al final.



                                             Ilustração de Carlos Ribeiro


lunes, 6 de junio de 2016

Para quien busca la luz en la oscuridad


JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS


Somos muchos, a pesar de que cada uno se siente aislado, desprotegido y solo. En el cansancio de nuestra desesperación… en esta búsqueda constante por una simple señal de descanso… debemos confiar más en lo que escuchamos. Tal vez la salvación nos llegue por lo que oímos. No por lo que vemos.

La tristeza se demora en el tiempo. La aflicción es más fuerte, pero mucho más pasajera. La infelicidad es un continuo estado de tristeza. El infeliz está siempre triste. Pero casi todas las tristezas resultan de una aflicción… que pasa, pero deja la herida abierta. La tristeza es sin aflicción. Arde más adentro que casi todos los sentimientos comunes. Sólo el amor es más profundo.

Las tristezas matan, de forma lenta, a quien las siente y no consigue resolverlas.
Solo el amor puede salvar a quien vive entristecido. No los amores egoístas, sino el verdadero, aquel que procura el bien del otro.

En las tinieblas de la soledad donde nos perdemos, podemos oír tanto el silencio de otros como el nuestro, sentir su miedo y su frustración, tocarlos… darles la mano. Es difícil sujetar a alguien. Impedir que caiga. Ayudarlo a levantarse. Es difícil amar… mucho más que estar solo.

Escucha. Escucha el silencio. Escucha al otro. El infinito y la paz que procuras no están en ti, están en el otro.

No confíes en lo que brilla, casi siempre es solo un mero reflejo de una luz que está en el lado opuesto.

El mundo que ves cuando cierras los ojos también eres tú quien lo hace. Escoge lo mejor de ti.


                                             Ilustração de Carlos Ribeiro


http://rr.sapo.pt/artigo/55769/para_quem_procura_luz_na_escuridao