sábado, 27 de octubre de 2018

A quien ama nada le falta


José luís nunes Martins

El que es alivio, esperanza y fuerza para el otro, no puede ser nada mejor. Para aquel a quien ama y para sí mismo.

Ser alivio es ser llevar y ayudar a cargar el peso del otro. Es no dejar jamás de estar atento al camino que él recorre y acompañarlo cuando él se lo pida. Es perdonar incluso cuando no parece justo, pero fuese esencial. Ser alivio es volar y prestar las alas propias para que el otro pueda levantar.

Amar es olvidarse de sí. Encontrar en el amor que se entrega el sentido de la propia vida.

Ser esperanza es hacer todo para que el otro sea libre y mantenga su corazón abierto a los grandes sueños. Es no desistir jamás de, por ejemplo, enseñar lo que puede y debe ser hacho con vistas a poner en práctica nuestros dones, nuestra razón de ser. Ser esperanza es capaz de esperar el tiempo que fuera necesario, aunque sea más allá de esta vida.

Amar es ser paciente. Sufrir sin dejar de esperar lo mejor.

Ser fuerza es reconocer y hacer frente a las flaquezas. Las propias y las del otro. Sin dejar nunca de luchar por más grandes y dolorosas que sean las heridas. Ser fuerte no es buscar descanso, es combatir los prejuicios y el orgullo. Con humildad, aceptar que no se puede hacer todo, sino que se debe hacer todo lo que está a nuestro alcance.

Amar es ser valiente. Andar siempre hacia adelante, a pesar de que la voluntad esté quieta.

¿Es posible amar y ser feliz? Amar exige sufrimientos que nos dejan en el polo opuesto donde imaginábamos la felicidad. ¿Pero no será que es el mismo dolor el que nos revela la verdad respecto a nosotros mismos? ¿Puede alguien ser feliz sin amor? ¿Sin amar y ser amado?

El amor lo puede todo. Amar es ser señor de lo imposible.

http://www.agencia.ecclesia.pt/p…/a-quem-ama-nada-lhe-falta/

sábado, 20 de octubre de 2018

La fe es más fuerte que la fuerza


José Luís Nunes Martins

Los caminos de nuestra vida son largos, llenos de curvas y revueltas. Sin fe no se da un solo paso, porque es esencia creer que lo de allí es mejor que lo de aquí. Que el cambio es para mejor, aunque pueda no parecerlo a nuestros ojos.

También es importante saber que nuestra vida es un diálogo con el mundo, que no siempre es tan propicio como podía en relación con lo que creemos y queremos.

Hay personas llenas de certezas, pero la vida está hecha de muy pocas. Hay que vivir en la verdad de la incertidumbre, en la certeza del misterio. La fe es esencial.

Si es importante creer cuando se sueña, también es importante creer mientras se espera en el tiempo exacto de actuar. Sí, ya que la vida está hecha de muchas esperas. La esperanza es eso mismo, aquello que nos alimenta mientras esperamos por el momento cierto.

Cuando llega la hora de actuar, el instante crítico de la decisión en que de las ideas se pasa a lo concreto, el punto en que todo camba en el mundo, o se tiene fe o entonces le faltará al movimiento lo más importante, aquello que lo sostiene: la confianza interior de que es cierto. Sin ella, hasta puede ser bueno, pero no es nuestro, no somos nosotros.

¿Es preciso creer después de la acción? Sí. El misterio del por qué y del para qué no desaparece. ¿Habrá sido lo más correcto? ¿Habremos soñado lo mejor para nosotros o sólo lo más agradable? ¿Cuál será el próximo paso? ¿Hacia dónde deberemos ir?

Casi siempre el resultado de nuestras decisiones no es aquel que esperábamos. No solo porque la realidad es rica en detalles y secuencias de causa efecto, sino también porque hay que contar con la libertad de los otros.

Creer que somos capaces de algo es bueno. Creer que depende solo de nosotros es un error.

Nuestras fuerzas no son suficientes para la felicidad que buscamos. Para descubrir y conquistar necesitamos de la fe. Mucha fe.

sábado, 13 de octubre de 2018

¿Quiénes son los pobres?


José Luís Nunes Martins

Los pobres, en el sentido común de la palabra, son personas. Mucho más que carentes de lo material, son seres humanos iguales a ti y a mí.

Es cómodo pensar que ellos sean, más o menos, culpables de esa circunstancia. El que administra mal los recursos y que, por eso, merece ser castigado. La culpa nunca parece que pueda ser nuestra. Ni cerca de eso. Si fuera necesario, encontramos numerosos responsables de la pobreza, pero nosotros es que nunca admitimos serlo. Además, nosotros incluso ayudamos con una limosna, pero solo de vez en cuando, que es, digamos, para no crear dependencia.

No es justo ni humano, que uno cualquiera de nosotros no se empeñe en auxiliar a quien no tiene lo mínimo.

Puede que no cambiemos el mundo entero, pero debemos, con gestos humildes, cambiar la vida de alguien, aunque sea solo con un refrigerio o dialogando con él como un igual. No, no es condescender. Somos iguales. Las circunstancias cambian mucho más que las personas.

¿Cuántos pobres no han tenido una vida igual que las nuestras? ¿Cuántos de nosotros no hemos sido pobres? ¿Qué sucedió para que ese cambio se haya producido?

¿Un rico que lo es porque se apropia, de forma deshonesta, de los bienes ajenos no es mucho más pobre que un hombre que prefiere pedir limosna en vez de ser deshonesto?

Rico es aquel que da. Pobre es aquel que siempre quiere tener más; aquel que vive en eterna inquietud y huyendo en busca de tener más y más, sin reparar nunca en la riqueza de su interior.

Ciego no es aquel que no consigue ver el cielo de nuestro mundo común; el verdadero ciego es aquel que es incapaz de cerrar los ojos y, en paz, contemplar las estrellas que hay dentro de sí.

La verdadera riqueza no está en las apariencias.



sábado, 6 de octubre de 2018

La vida está hecha con todos los colores. Hasta de los más oscuros


José Luís Nunes Martins

Es triste y duro percibir que no siempre valoramos nuestra vida tal como deberíamos. Basta una amenaza un poco más seria a nuestra existencia y enseguida sentimos la tierra temblar bajo el alma que nos asegura los pies.

En tiempos de desgracia percibimos mejor cuantas oportunidades despreciamos de ser felices con todo lo que, al final, tenemos a nuestra disposición. El error más común es el de creer que siempre tendremos más tiempo. En verdad, eso está muy lejos de ser cierto.

Algunas personas son capaces de vivir bien. Aprovechan la vida, bastándoles solamente  tener cuidado de no desperdiciar oportunidades. Gestionan el tiempo de forma menos infantil, sabiendo que es finito y, por eso mismo, precioso. Otros no.

Hay quien se pasa la vida viéndola pasar. No vive, no es protagonista, solo asiste, como si fuese impotente. Algunos de estos llegan a vivir el infierno aquí, cuando se dan cuenta de la vida que no han vivido, del tiempo que se ha ido, y que no aprovecharon, del todo a partir del cual no sacaron provecho de nada.

Todos tenemos la obligación de ser felices con lo que somos y con lo que tenemos. Es cierto que no somos iguales, que unos tienen mucho y otros nada, pero eso no importa, el deber es el mismo para cada uno de nosotros dar valor a su vida, haciendo de ella algo valioso.

Es evidente que es en los peores momentos cuando más nos cuesta tener esperanza y paz. Pero es ahí donde está la diferencia. Además, ¿Qué importa luchar por la esperanza y la paz cuando todo está bien?

Sepamos aceptar la vida tal como es, llena de gracias y de desgracias.

No dejemos que nuestra existencia sea una montaña de cenizas, sino un mar de colores.

La vida es luz, en una eterna guerra contra la oscuridad. ¿Y yo, de qué lado estoy?