sábado, 16 de septiembre de 2017

Aliados de infortunio



Esta alianza puede darse entre personas 'normales', en circunstancias especiales, pero entre personas sin hogar es más frecuente. Amparados en sí mismos y en sus 'remordimientos', de los cuales sacan algunas fuerzas, viven, aunque sea vivir penando, para pagar la pena que se han impuesto a sí mismos. En realidad, malviven, y muchos se van hundiendo cada vez más en el pozo de la pena sin consuelo, abandonándose poco a poco, dejándose ir por la senda del anonimato, despareciendo; permaneciendo 'ausentes' al lado del camino de los otros, esperando un auxilio de urgencia, improvisado, siempre insuficiente, y no siempre de buena gana o sin algún reproche.

Buscan un refugio para dormir, lo más seguro y discreto posible, para descansar de los ruidos cotidianos de la ciudad, de las miradas indiscretas o indiferentes. Pero con frecuencia buscan también una compañía silenciosa, semejante a la suya, capaz de compartir sentimientos y pensamientos de una vida pasada, antes de caer en la marginación y la exclusión, en la adicción a cualquier cosa mala que sólo le brinda un falso consuelo; como el consuelo que le puede ofrece una compañía igual a la suya, que solo le sirve para caer abrazados, en el pozo sin fondo del remordimiento, de la angustia, de la desconfianza en sí mismos para remontar hasta recuperar la dignidad que les corresponde como persona, como ciudadanos, ante sí mismos y ante los demás. Desconfianza que se extiende hacia los demás, incluso hacia quienes les ofrecen la ayuda que necesitan.

Dos personas, jóvenes aún, han perdido a sus respectivas madres, con las que mantenían una estrecha relación de dependencia. Desde entonces permanecen huérfanos, la causa principal de su desgracia. Andan por eso, bastante desorientados, buscando otra protección, que solo la encuentran incompleta, intermitente, cuando no frustrante. Llegará el momento en que la voluntad se rinda, sin encontrar un estímulo que les haga reanimarse y los obligue a tomar las riendas de sus decisiones y oriente sus pasos en alguna dirección segura; ahora prefieren quedarse dormitando, perezosamente, drogados, al margen de casi todo, hasta que alguien o algo los despierte...

Efectivamente. Uno ha despertado al otro. Uno se ha pasado en su desprecio por la vida, culpando a todos además de sus desgracia. Por negar, se niega a recibir la ayuda hospitalaria que le calmaría sus dolencias, y empezaría a curarse de esa enfermedad provocada por la adicción letal que lo tiene prisionero. Pero, tal es el grado de deterioro mental que sufre, que piensa que si se cura ya no tendrá de qué ni de quien quejarse; ya no podrá justificar su quejosa existencia. Se cae con frecuencia últimamente, porque parece que lo que de verdad pretende es caerse al suelo para no levantarse más.

Quien contempla este espectáculo tan triste, no puede no entender lo que está pasando ese infeliz. Lo entiende su aliado de infortunio y reacciona asustado, por su compañero pero también por él mismo, él todavía tiene un atisbo de lucidez que puede hacer que su voluntad se despierte y busque una salida, con un final feliz, que es lo que se merece. Todos los que lo conocemos decimos de él lo mismo: 'si es muy bueno'. Pero no lo es para sí, no sabe o no puede él solo.

¡Tienes que hacerlo, por tu madre!, a la que estabas tan unido, tienes que hacer que viva en ti, tienes que hacer realidad en ti mismo aquellas cualidades que más te atraían de ella, y que os pueden reconciliar en un sano recuerdo. Podrás entonces mirarla en tus visiones a la cara, y eso te impedirá traicionar su memoria ni un solo día más, escondiéndote de la luz del día; os seguís necesitando, ella necesita que tú te sientas bien, que tú seas capaz de recordarla sin tener que culparte de tu abandono, Algo tuvo que enseñarte y que tú, mejor que nadie, sabrás como hacerlo realidad, empezando por asear la voluntad, la misma que ponías en cuidarla a ella, ahora la tienes que poner en ti. Verás si mejora tu vida.




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