sábado, 29 de abril de 2017

Una realidad aplastante



Daniel Medina Sierra


Hay ocasiones en las que no sabes muy bien qué pensar o que decir, no logras razonar con un mínimo de coherencia, porque el único perdedor, el único responsable, eres tú. Intentas buscar alguna respuesta razonable a este absurdo mundo que hemos construido a nuestro alrededor.
La peor opción para un hombre es pedirle que asuma una realidad que poco o nada tiene que ver con la lógica humana y que espere pasivo a que se derrumbe y se arrastre pidiendo un poco de compasión.
 ¿¡Pero qué demonios es esto, alguien es capaz de razonarlo sin que en su rostro se delate un conformismo cobarde, dentro de su zona de confort!?
Esta semana me ha llegado una carta del banco comunicándome que se va a subastar mi casa, los muy cínicos me piden buscar soluciones, claro, con dinero por delante. Pero ni siquiera puedo pagar la factura del agua, que es la única que tengo (pues me alumbro con velas o linternas), y lo puedo hacer gracias a un amigo. ¿Cómo voy a pagar nada?


He luchado por estas cuatro paredes desde que la hipotequé, pagando cada mes hasta que me quedé en paro, después del divorcio, aguantado al banco con sus reiteradas llamadas amenazantes. No me fui, este es mi barco y me hundiré con él, así me lo tomé o así lo asumí. (Tengo, por suerte, alguien que me dice que no me preocupe, que me acogerá en su casa). Pero yo tengo que ser coherente con mis valores y conmigo mismo, esta es mi lucha y esta es mi derrota.

Quién puede ayudar o ser justo pide a menudo un precio que solo pagamos, si tenemos esa irónica oportunidad, los pobres, los grandes estafados, ya que se han comido todos los errores de tanto avaricioso público, políticos nefastos y traidores, delincuentes con chaqueta y corbata que han llevado a este país a una nueva dictadura .¿El precio?, el precio es: que llores a la administración, que supliques dignidad, un techo, que patees todas las organizaciones sin ánimo de lucro, al director del banco, suplicándole que te dé más tiempo, con promesas que sabes que no es probable que puedas cumplir, intentar que te ayuden o te apoyen tus conocidos para no dejarte caer.

Es absurdo, los que te conocen ya saben perfectamente cual es tu situación: el banco, desde luego, sabe que no tienes ni para coger el autobús, las organizaciones también lo saben puesto que alguna vez has tenido que acudir para alguna ayuda puntual. Entonces...¿A qué jugamos? si espero a que algún lumbreras me vea tirado en la calle y en ese momento me diga ¿ porqué no has dicho nada?

Cada día, desde hace ocho años, me pregunto lo mismo ¿Qué coño hago en este mundo?. Cada día espero que sea el último. Esto no es vida, no entiendo a los humanos, cada vez me cuesta más relacionarme porque soy consciente de mi situación, no puedo aparentar estar bien o al menos entero cuando llevo roto tantos años. Mi máscara acabará por caerse.
Mi forma de ver la vida es, supuestamente, la de la inmensa mayoría, trabajar, pagar mi casa, las facturas y comer todos los días; en fin, sin lujos pero dormir tranquilo.

Si fuera como la mayoría no estaría contando este último varapalo.
Para los que puedan pensar que es una opinión subjetiva, de un tipo al que le van mal las cosas y simplemente se desahoga, le daré uno de los tantos ejemplos que podemos encontrar cada día.
Centros que se dedican a ayudar a las personas en riesgo de exclusión social puede contar con un solo voluntario o más, es una rareza que alguno de ellos sea un acogido. Se atiende a cientos de familias, a personas sin hogar pero pocos entienden que el pan se gana, no se regala.

En mi parroquia somos seis voluntarios, atendemos a cerca de cien familias, ¿ y saben qué? ayudo a personas que están en una situación mejor que la mía, absurdo¿ verdad?
Esa es la prueba de que hace más el que quiere que el que puede, por lo tanto, la mayoría no quiere.
Puede que vean pesimismo en estas palabras, yo veo realidad, las sufro cada día, he sido un eterno optimista pero la realidad es aplastante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario