miércoles, 30 de marzo de 2016

el bien y el mal


Daniel Medina Sierra


Estamos viviendo en dos mundos distintos. Paralelamente están disputándose este mundo el mal y el bien, haber quien deja las espadas y se rinde.
Por un lado tenemos a los bien llamados zombis, personajes repugnantes incapaces de discernir entre lo que está bien y los que está mal, inmersos en sus patéticas vidas, preocupados solo de la nueva noticia rosa, de amores y desamores de los famosos.
Si ponen la música a altas horas de la noche, si están haciendo obras sin permiso, si molestan, si no pagan impuestos...

Son incapaces de ponerse en el lugar del otro, es más, creen de verdad que no están haciendo mal alguno.
Otros tiran de típicos exabruptos como ¡ Vaaaa!, ¡anda ya! para esconder su propia ignorancia. Antes parecer tonto que serlo, supongo. Otros que, simplemente, les molesta el mundo, las personas y ellos mismos. Ni viven ni dejan vivir, pendientes de cada sonido, cada luz encendida, incluso los ves asomados como cuervos esperando a que te alteres o le llames la atención para montar su particular circo.

Otros son manipuladores, cobardes escondidos en la coraza de la compasión ajena. Perfectas máquinas tragaperras de las que nunca ganas y pierdes mucho. Cuentan su tragedia con tal convicción, que si no eres diestro en el arte del mal, te la cuelan y cuando te das cuenta te ha sacado hasta los gallumbos. Son los lobos con piel de cordero, cuidado con estos especímenes por que se reproducen como ratas.


El bien tiene mala fama, la honradez es un chiste malo sobre alguien que fue una persona correcta, la palabra es un tic lleno de incoherencias y contracciones en las redes sociales, la verdad es una mentira escondida, vivir ahora se llama calidad de vida.

Puedo seguir con los eufemismos pero ya me entendéis. El bien lo es todo, lucha, entrega, amor, tolerancia... y si es así ¿ por qué esta ganándonos el mal?

martes, 29 de marzo de 2016

Somos más de lo que sabemos


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                                               Ilustração de 
Carlos Ribeiro

Nos debemos la verdad unos a otros. Son muchos los errores que cometemos por nuestras vacilaciones. Sólo cuando someto lo que soy a la mirada del otro es cuando esos errores se pueden evitar. Hay quien considera la sinceridad una señal de bajeza de espíritu o incluso de imbecilidad. La sinceridad no es flaqueza, sino una de las más audaces actitudes continuadas de la voluntad.

La verdad es simple y la sinceridad es un don divino. Si no puedo verme desde dentro sin la ayuda de quien me ve desde fuera, ese es el momento en que pasamos de retrato a pintor, de poema a poeta, de estatua a escultor. Dejamos los errores que nos ataban y nos convertimos en la obra de nosotros mismos.

Hay quien finge sinceridad y amenaza con la maldad, quien aprovecha para castigar a los que abren su corazón con fe a palabras que consideran justas. Son frustrados, intentan vengarse de sí mismos en los otros. No son francos, son débiles.

Hay muchos narcisos en el mundo. Escogen no tener amigos que les digan la verdad, se admiran con una locura patética. Deciden ser solo retrato, no se recrean ni renacen. Retrato que se mira a sí mismo. Apariencias sin verdad. Pero si hay narcisos que lo son siempre, la verdad es que la mayor parte de nosotros lo es muchas veces…

¿Cuántas veces preferimos las miradas y las palabras de los aduladores? ¿Cuántas veces escogemos el dulce veneno de las falsas admiraciones? ¿Cuántas veces nos negamos a admitir que somos más deformes de lo que nos creemos? ¿Tenemos conciencia de que es nuestra vanidad la que nos vuelve manipulables?

El orgullo es la raíz de todos los vicios. Privar a alguien de la verdad es condenarlo a la desgracia del infierno, que es la prisión para el que es exterior. Sepamos nosotros abrir el corazón y mostrarnos, aceptando y agradeciendo a quien tiene la lucidez, el coraje y la bondad de mirar y ayudar a ver lo que somos,  aquello en que podemos ser mejores…

La verdad puede ser traicionada, pero no se puede matar o callar, porque, al final, si no fuere de otra forma, hasta las piedras la han de gritar.

jueves, 24 de marzo de 2016

Un café



Daniel Medina Sierra


Recientemente he vuelto a ver a un compañero/ amigo con el que he pasado parte del camino desde que decidí volver a intentar recuperar mi vida como ciudadano, " normal".
Hacia unos meses que no nos encontrábamos y nos tomamos un café para ponernos al día y recordar cuanto hemos avanzado hasta ahora.
 Mi primera impresión fue ver que no era el mismo, su expresión delataba enfado, malestar general, tristeza.

 Me acerqué, aún a riesgo de no ser bien recibido, y después de un minuto hablando entendí lo que estaba pasando.
Llevaba unos 8 meses en el albergue y unos 10 en un centro con todos los recursos a su alcance, psicólogos, monitores, talleres, gimnasio, trabajadores sociales... en fin, muy bien atendido; pero estaba peor, mucho peor.
Incapaz de mantener una conversación fluida por la fuerte medicación contra la depresión, un nivel de estrés al punto de la histeria, de pronto estaba hablando relativamente tranquilo y de repente rompía a llorar.

  Un solo instante que fui al baño y al salir tenía la cara desencajada como si estuviera viendo al mismísimo diablo.
Yo lo escuché durante horas y trataba de explicarle todo lo que aprendí desde que se fue al centro. Sin psicólogos, sin centros, sin control, sin trabajadores sociales, ni talleres, gimnasio... aprendí como aprendí todo, solo.
Le expliqué que no podíamos ni debíamos estar preocupados por lo que pensasen los demás de nosotros, que la culpa propia o ajena ya estaba de más, pagamos un alto precio por nuestras equivocaciones, así que era inútil seguir castigándonos.

  
El camino más difícil ya estaba hecho, levantarte y continuar. Es que no me reconozco, me decía, no sé quién soy. Si no sabes quién eres ¿por qué sigues en pie, por qué luchas y te levantas todos los días? para sobrevivir, me dijo.
No, te pones en pie, luchas y te levantas todos los días porque quieres ser feliz, quieres vivir; pero te empeñas en no verlo. Ya sé que es mucho más cómodo autocompadecerse y refugiarse en momentos pasados, pero solo es eso, pasado.

  
Le di la clave de todo, absolutamente de todo, se positivo, lucha con el corazón no con la mente, deja el rencor, la culpa, disfruta de la victoria de salir del infierno de la pobreza en todos los sentidos. Ríe, bromea, regala momentos bonitos, conoce la mejor versión de ti mismo, no te plantees la vida como si fuera un itinerario de necesidades, ya no importa lo que piensen de ti, importa lo que tú piensas de ti.



Le expliqué que gracias a que perdí todo encontré mucho más, perdí familia, mujer, amigos... pero no los perdí, no, sólo ocurrió que busqué los corazones equivocados. Encontré buenos amigos que son mi familia, trabajo encontraré tarde o temprano y quién sabe si el amor llama a mi puerta, bueno... tampoco es que me preocupe. Lo esencial es luchar contra todo aquel que te quiera hundir con una sonrisa en la cara.

  

Se acabó el estrés por culpa de los bancos, de los políticos, de la sociedad podrida de rencor, culpa y cobardía. No más depresiones por aquellos que sólo buscan dividir, confrontar, confundir para luego aplastar. No le hago el juego al mal porque lo conozco muy bien, le he mirado a los ojos, sin miedo. El mal es como los vampiros, sólo pueden alimentarse de ti, ¡y si no les das de comer, mueren! Su alimento es el miedo, el odio, la mentira. Si no tienes miedo ni odio, y eres sincero contigo mismo, muere.

domingo, 20 de marzo de 2016

El misterio de la muerte y la bondad de la tristeza

José Luis Nunes Martins



La muerte, el dolor y el sufrimiento tienen un sentido. Aunque no se consigue saber cual. Pero nuestra incapacidad de comprender no significa ausencia de significado.

Si muchos lamentan no estar en el mundo de aquí a cien años, pocos se entristecen por no haber estado aquí hasta los cien años. Casi ninguno se preocupa por saber en qué mundo estaba antes de estar en este… pero la duda sobre donde estaremos después de esta vida es fuente de grandes angustias.

Todos los días despertamos diferentes. El sueño y los sueños que separan un día de otro pueden ser imagen de lo que separa esta vida de la otra. Así como hay una línea de continuidad entre la persona que dormía y aquella que despierta, también habrá consistencia y coherencia consciente entre aquella que muere y aquella que después debe renacer. No con pérdida de lo que fue, ni memoria de lo que hizo… más bien, la misma persona, solo diferente… mejor.

Es buena la tristeza profunda que acompaña la inevitabilidad de la muerte, es señal de que la vida tiene un valor inmenso.

El silencio hace mucho bien al corazón. ¡Que las lágrimas de la tristeza nos ayuden a comenzar una vida nueva, cada vez que un pedazo de esta vida se pierde! Por más que suframos, encontraremos siempre un momento en que es posible levantarnos… A esa altura, debemos levantarnos e ir en busca de lo que es nuestro. De lo que es de cada uno. De lo que somos. De lo que de mejor podemos ser.

No quieras que la paz llegue el mismo día de la tormenta. Es necesario aprender a esperar con paciencia, en la sabia humildad de reconocer que es mucho más lo que nos sobrepasa que aquello que depende sólo de nosotros. 

La muerte y el amor son sólo puertas adosadas.  ¡No están cerradas! Es necesario parar y creer… tocar, abrir… entrar. Estas puertas esperan a alguien que pasa por ellas y salga de su mundo y entre en otro… que va más allá que este. Mucho más allá.


¿Si no conoces aquello en que crees, porque no crees que hay más que aquello que sabes?

(ilustração de Carlos Ribeiro)

miércoles, 16 de marzo de 2016

El mal se combate con el bien


José Luis Nunes Martins

                                             (ilustração de Carlos Ribeiro)

Nuestro peor enemigo debe ser combatido con la mejor de nuestras fuerzas. El mal se combate con el bien, nunca con otro mal. Por más pequeños que seamos, tenemos en nosotros algo grande y bueno.

Cada uno de nosotros puede ser un humilde caballero. No es fácil ni lleva a alegrías inmensas. Antes bien, a algo muy difícil, doloroso y que permite alcanzar solo una, pero la más profunda de las alegrías: la felicidad.

Es necesario  garantizar que cada amanecer comprendamos que esta lucha interminable no es una guerra para destruir cosa alguna, pero sí, la única forma de defender el bien que nos anima y da sentido a la vida. Y, cada anochecer, cerrar los ojos por un instante y agradecer el don de continuar queriendo el bien, a pesar de todo lo malo.

Las tentaciones que nos atacan deben siempre ser mantenidas a distancia. No entrar en duelo con el mal es el primer golpe contundente contra la fortaleza de ese enemigo que nos quiere esclavizar. No hay males inocentes e inofensivos. Quien niega la realidad del mal, sólo le está dando espacio y tiempo para que crezca.

El bien no deja de ser bueno porque muchos lo rechazan, ni el mal deja de ser malo sólo por estar de moda.

No hay nada que no podamos perder… incluso nuestra propia vida… y es a la vita del abismo de esa nada cuando debemos dar nuestro mayor salto, aquel que nos (e)lleva hasta el cielo de la existencia… donde cada uno de nosotros será juzgado de acuerdo con el fuego con que hubiera conseguido mantener vivo su corazón.


Luchar por el amor es la única forma de que podamos ser felices, y sólo quien ama esa lucha hace de sí un verdadero rey.

domingo, 13 de marzo de 2016

Conócete a ti mismo

Daniel Medina Sierra  


Seguro que en alguna ocasión hemos escuchado o leído frases rimbombantes que creemos entender. En esta ocasión quiero desgranar una de estas típicas frases para entender la envergadura de ésta:
Conócete a ti mismo y conocerás a los demás.
Esta puede ser una de tantas formas de explicar la importancia de conocerse a sí mismo, ¿cómo se conoce uno a sí mismo? este puede ser un comienzo.
En las cosas más simples se encuentran las grandes respuestas.



Permitidme, pues, daros mi opinión; que no es más que el producto de mi experiencia.
Conocerse a si mismo significa estar solo, estar en completo silencio escuchando lo que tu mente o tu alma elucubran sin buscar respuesta o remedios. Significa enfrentarte a ti mismo sin vacilaciones, dejándote poseer por tus pensamientos sin reservas, significa poner a prueba tu propia existencia, significa batallar, a vida o muerte, entre el juego de egos, miedos, culpa, rencor... En fin, sacar la basura afuera.




Si pasado un tiempo, unos antes otros más tarde, no acabas loco, resentido, ennegrecido por los fantasmas que te persiguen por no haberlos enfrentado, por tus malos actos... por no vaciarte por dentro; y si consigues salir de pie, conocerás más que muchos hacia donde tienes que ir, captaras los mensajes del mundo y del alma de todo lo que te rodea, dejarás de sentirte solo, harás bien a muchos y combatirás el mal con solo una mirada.




Ahora hay muchas personas que se creen distintas, se creen capaces de todo, creen que todo está al alcance de sus manos, que son más guapos/as, inteligentes...
Eso no es así. Estas personas necesitan visibilidad, atención, distracción, halagos, compañía... Están llenos de necesidades que cubrir porque no saben quiénes son y necesitan que otros les hable de ellos y de sus múltiples virtudes.



Quien se conoce a sí mismo no necesita que otros hablen de él, no necesita de halagos, ni atención, ni visibilidad; no lo necesita. Brilla por sí mismo, su energía es él, es sincero pues ya nada hay que esconder, no tiene dependencias emocionales, esta con quien quiere y no con quien puede.

Ellos creen, otros; simplemente, lo saben.

poesía


Daniel Medina Sierra













En una batalla de dioses,
luché por curar mis heridas,
no encontrando otra salida,
que dejar mi corazón como prenda.
el más atroz de los demonios,
amenazante sobre lágrimas escritas en vida,
hubo muchos,
todos huyeron.
Y aquí me encuentro yo, de cara a la pared.
Antojo del destino,
suplicante agonía de horas vacías de nada.

No preguntes por ella.

martes, 8 de marzo de 2016

Aquellos a quien nadie quiere escuchar


José Luis Nunes Martins


                                              (ilustração de Carlos Ribeiro)

Hay personas que no tienen a nadie que les escuche… Esta ausencia de amor no es tristeza, es algo mucho más profundo.

En el mundo de hoy estamos cada vez más cerrados y nos sentimos a gusto en esa nuestra comodidad. Llegamos incluso a pensar que los problemas del mundo acaban cuando desenchufamos la televisión. Esta ilusión de que dirigimos la realidad, nos da la falsa convicción de que son otros los que necesitan de nosotros que los escuchemos, y no nosotros a ellos.

Es preciso luchar mucho para que cada uno de nosotros sea capaz de evadirse de la prisión donde se encuentra.

En cualquier caso, no basta escuchar, es necesario aprender a escuchar al otro, en sus espacios, tiempos y modos. Con humildad, aprender con él… valorarlo hasta el punto de reconocer, en los éxitos y fracasos, posibilidades de enriquecernos.

Es más importante aún escuchar cuando no hay palabras. Los silencios íntimos se llenan de luz cuando son compartidos, cuando alguien está ahí, con nosotros. Juntos. Unidos en la presencia. Compartiendo el mismo espacio, el mismo tiempo y el mismo modo de decir lo que se  piensa y siente... un silencio lleno de emoción y de verdad que a nadie deja indiferente. A veces, los amigos, incluso los que ya han muerto, parece que no están, pero están. Siempre de forma consistente y auténtica, están y son. Son lo que somos, porque quieren estar con nosotros… lo mismo que nosotros.  
              

Hay quien consigue escucharnos, siendo capaz de hacerlo sin cansarse. Sin siquiera interrumpirnos para contarnos sus problemas, miedos, angustias. ¡Para estos, ningún elogio es bastante! Pero, a veces… estos son aquellos que nadie quiere escuchar.

sábado, 5 de marzo de 2016

Cuento inacabado

Daniel Medina Sierra


Erase que se era una historia inacabada, una historia de héroes sin nombre.
El mundo estaba gobernado por mercaderes y comerciantes que utilizaban las necesidades básicas de sus habitantes para explotarlos y manipularlos a su antojo.
Esto fue años después de que los hombres y mujeres del mundo dejaran de escucharlos y empezaran a despertar de su largo letargo. Los mercaderes y comerciantes se hacían llamar alcaldes o presidentes, los otros se llamaban bancos, multinacionales...
En fin, tenían muchos nombres y se dedicaban a inventar problemas y necesidades para someter a la masa.


Como eran tan avariciosos y tenían tal complejo de inferioridad lo intentaron subsanar amasando riqueza y por tanto poder sobre los demás.
El problema fue que los habitantes del planeta no podían cubrir todas esas nuevas necesidades; un coche nuevo, un móvil de última generación... El absurdo es que estas necesidades se ampliaron a todo. tecnología, alimentos, perfumes, cremas, ropa.
La masa, por lógica, empezó a despertar y a darse cuenta de que podían vivir perfectamente sin muchas de esas necesidades.



Se preocuparon de lo básico, es decir, su casa, sus facturas pagadas y lo necesario para vivir bien durante el mes.
Su segundo despertar fue la empatía, ayudaban a sus congéneres, los escuchaban, apoyaban y luchaban con ellos y como era de esperar se produjo el tercer despertar, la consciencia de que estuvimos engañados durante muchos años.
Era, pues, el momento oportuno para sacar a todos esos canallas de sus madrigueras.



Empezaron con ellos mismos, se corrigieron de sus malas acciones y se preocuparon por ser lo más civilizados posible.
Lucharon juntos, con un solo objetivo, dejar de repetir errores pasados y mirar hacia adelante con la firme entrega por los derechos y deberes de todo ser sin importar géneros o razas.
Los gobernantes temblaban de miedo, intentaron por todos los medios que tenían a su alcance dividirlos, frustrarlos, intentaron manipularlos con promesas, ayudas sociales... pero nada haría cambiar el rumbo fijado por la ciudadanía.



Intentaron por último llegar a algún tipo de acuerdo, pero ya no había oportunidad de redención. Tenían que pagar por sus actos como todos los ciudadanos sin importar cargo o economía.
Tanto alcaldes, funcionarios públicos, grande, mediana o pequeña empresa, presidentes, millonarios, altas personalidades  públicas... todo aquel que contribuyó al caos por acción o por omisión, pagó con creces sus faltas.




Así, en un planeta limpio, con todos los seres que lo habitaban felices, dichosos y teniendo muy presente su pasado para que nunca, nunca se volviera a repetir.

viernes, 4 de marzo de 2016

Algo estamos haciendo mal


 Daniel Medina Sierra


¿Saben de ese dicho, ‘predicar en el desierto’? pues así me siento la inmensa parte del día.
Tengo la impresión de no saber si el idiota soy yo o son los demás, si estoy encerrado entre una masa de locos, imbéciles, cortos de miras, estúpidos egoístas, populistas, barriobajeros... o todo eso soy yo.
A día de hoy no hay persona que me explique por qué aguantamos a estos parásitos y les atendemos.



Harto de personas que vienen EXIGIENDOTE que le arregles sus problemas, amenazando, insultando, pasando olímpicamente de los requerimientos necesarios para seguir prestando atención y ayuda.
Manda a sus hijos menores a que vengan por los alimentos, a que pasen la vergüenza que tendrían que pasar los padres por no traer un puñetero papel ¿y qué le dices a un crío? pues... pasas un mal rato.



Desconozco hasta qué punto el desprecio de determinadas personas a la mínima educación o compostura puedan llegar y, francamente, no lo quiero saber.
¿¡Vas a pedir alimentos con un buen coche en la misma puerta!? Y ahora dale pañales, y dale toallitas, y dale cereales, potitos...
Y el que le está ayudando resulta que ni luz tiene en casa.



Es de locos, es el mundo al revés. Las buenas personas que vienen voluntariamente a aportar parte de su tiempo y esfuerzo sólo por ayudar a los demás.
Confieso que se me cae el alma encima cuando pienso en mis compañeros que tanto amor y cariño dan y se encuentran todos los meses con los mismos jil...



Los miro mientras tratan, con poca fortuna, de darle a entender que nosotros SIEMPRE estamos del lado del más desfavorecidos, siempre , y no atienden a razones, a buenas palabras; dan por hecho que a nosotros se nos puede pisar o engañar libremente ¡somos voluntarios, ¿no?!
Tengo que reconocer que mis compañeros, desde el primero al último, son mucho mejores personas que yo, pues a veces cogía a uno de estos... La miseria humana es lo que más desprecio me da.



Como siempre, hay que aclarar, estos individuos son minoría pero jo..., lo siento, de vez en cuando jo...
Haceros una mínima idea de lo que se os pasaría por la cabeza al ver a una chica monísima aparcando el cochazo ¡No enfrente, no, justo en el escaparate! Luego imaginar la cara del personal. En lo que a mí concierne se me quedó una cara de tonto.
Luego piensas para ti mismo. Yo, que he luchado como el que más,  que estoy aportando lo que puedo, que no recojo comida, no pido, sólo trato de ayudar. He sido completamente responsable de mis actos buenos y malos, y yo no tengo ni para poder mantener luz y agua. Algo estamos haciendo mal.




miércoles, 2 de marzo de 2016

Amar no es una locura


JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS

http://rr.sapo.pt/artigo/47952/amar_nao_e_uma_loucura

                                              (ilustração de Carlos Ribeiro)

El amor exige atención, cuidado, respeto y una sabiduría que la experiencia de los errores y del perdón construye. No se trata, pues, de un caso cualquiera, coincidencia o destino pre escrito…

Darse es un acto de fe. Quien no tiene fe, no ama. La entrega de sí mismo es un gesto que sólo la generosidad auténtica permite, pero que no es fruto de cualquier falta de consciencia o de algo extraño a la voluntad libre de cada persona.

El amor obliga a que cada uno de nosotros acepte sus límites, de la misma forma que, con tanta facilidad, reconocemos nuestros talentos. Después, es  importante aceptar los del otro, límites y talentos, no como una amenaza ni como un desafío. Se trata únicamente de alguien tan valioso como yo. Al final, aquello que los otros tienen de diferente a mí, puede ser muy bueno.

No siempre podemos cambiar aquello que no está bien… pero tenemos la obligación de garantizar que ese mal nunca nos vuelva malos…

Amar no es una locura. Es el resultado de una decisión serena que, de forma lúcida, acepta al otro como un bien en sí mismo… y se propone defenderlo como tal.

Nuestro tiempo en este mundo es demasiado precioso para que alguien se permita el lujo de perderlo con disparates sin sentido. Más que tener paciencia, lo esencial en la vida es tener la lucidez para aceptar, con humildad, que no siempre acertamos, aún cuando nuestras intenciones son las mejores.


Debemos asumir siempre la verdad de lo que somos. Nuestras fragilidades, tal como nuestras virtudes. Porque aquello que el amor prueba no son nuestras fuerzas… sino nuestras flaquezas.