jueves, 31 de diciembre de 2015

“Los hombres, culpables, pues son peores que las mujeres”



Esta mañana se produjo un acontecimiento en la oficina, digno de mención. Por eso voy a intentar plasmarlo lo más fielmente posible.

Como es evidente, estamos en el último día del año, y este suceso parece que quiere venir a decirnos que ‘lo de feliz año nuevo’ es un mero convencionalismo, que a todos nos interesa, bien para celebrar algo, bien para darnos la impresión de que avanzamos siempre a mejor.

Todo el mundo sabe, por otro lado, y más entre las personas que sufren la exclusión social, que estas fiestas en las que abunda tanta ‘supuesta felicidad’, a veces causan mayor desánimo, incluso pueden llevar a recordar o padecer un estado depresivo, si no hubiera cauce para desahogar los buenos y dulces 'sentimientos navideños'.

Bien. Hoy nada más abrimos la pequeña oficina los voluntarios, para que las personas sin hogar que quisieran se acercaran a tomar un café y un polvorón. ¡Qué menos podíamos ofrecer, el último día del año!

Estábamos en un ambiente ‘masculino’, tranquilo; bueno, también había algún dolor o temor contenido, transmitido solo en voz baja y buscando desahogo al margen de las diversas tertulias que se habían formado, dos a dos, y de la atención que debía prestar al servicio de los cafés o los colacaos; ahora tenemos ‘los niños del colacao’…

De pronto aparece en la oficina una mujer joven, que viene un tanto nerviosa y no para de hablar. Sin apenas saludar dice que viene a tomar un café a cáritas y unas galletas, pues no ha podido desayunar a esas horas, más de las diez de la mañana. Quiere incluso servírselo ella, ya que lo puede hacer, pero la convenzo fácilmente de que mejor se lo sirvo yo, para que se siente y se calme.

Lo que más me impresionó fue la reacción de todos los que estábamos allí, hombres todos, claro está, y unos caballeros, pues todos se callaron, le dejaron enseguida paso, y seguían escuchándola en silencio, entre asombrados y respetuosos. Una reacción propia de gente muy educada y considerada.

La mujer no paraba de hablar, en pocos minutos nos había contado una panorámica, casi completa, de su trágica situación:  orden de alejamiento de su casa; su pareja murió hace poco; su hijo vive estupendamente con una prima; y ahora, que ha vuelto vive en casa de un hermano, pero no tiene para ofrecerle un desayuno. Todo es consecuencia de la droga. Con todo este relato, sin solución de continuidad, no ha podido ni tomarse el café. Tuve que advertirle que parara un poco para tomar el café, que se le iba a enfriar.

Pues ni siquiera fue capaz de terminar una galleta. Pero nos dejó una historia inquietante, dejándonos una sensación de que la vida sigue, pero sigue igual, poco importa si es el último día del año.

Aunque, lo que a mi entender, mejor refleja la confusión en que vive esta mujer, y otras muchas, es lo siguiente. En medio de su desahogo dice tan tranquila, rodeada de hombres,  muchos de los cuales sufren exclusión social  por causa de una separación matrimonial mal llevada, dice con todo aplomo: “todos los hombres son malos. Los hombres sois peores que las mujeres”, y además esbozando una sonrisilla buscando la complicidad.

Nadie le contradijo. Como he dicho, me impresionó la ‘caballerosidad’ de los presentes, la paciencia para escuchar a quien sufre, que suelen tener los excluidos sociales. Será porque ellos ya no tienen mucho que perder y sólo viven para agradecer, para seguir buscando un modo digno de vivir, aunque sea al margen,  el tiempo que les quede, siempre en la incertidumbre, vigilantes ante la posible recaída.


domingo, 27 de diciembre de 2015

Por favor, escúchame



Hoy me ha llegado esta interesante carta al correo a través de un amigo, me parece muy oportuna, necesaria e instructiva, por eso la reproduzco aquí, en este humilde altavoz. Todavía hay muchos hoy, incluso entre los voluntarios, sean de cáritas o de otras organizaciones, que no creen que deban tener que aprender a escuchar a las personas que acuden pidiéndoles ayuda, aunque sólo sea material, probablemente detrás de esa necesidad haya otra u otras más sencillas, que no siempre estamos preparados para darles la debida satisfacción. Dada la categoría del autor, espero que merezca la consideración de muchos...

Pedro Miguel Lamet

Por favor, escúchame

El ciudadano de la calle cada día tiene mayor conciencia de su desconexión con los poderes que los representan. La clase política se ha ido convirtiendo en los últimos años en un gueto cerrado y autosuficiente que da la impresión de trabajar para sí misma o para potenciar sus propios partidos y sacar provecho económico de sus puestos. La gran pregunta es si la democracia como sistema ha caído en una involución o está escuchando realmente las inquietudes de la gente.

Ante la urgencia del abandono del pueblo que en general se siente víctima tanto de los gobiernos como de otras instituciones, La gente, la de la calle, la de los pueblos y ciudades que se ven sin un interlocutor válido que atienda a sus necesidades. Estas no solo son las obvias que aparecen en las encuestas, como pueden ser el desempleo, los recortes o la urgencia de llegar a fin de mes. También albergan otros deseos, sueños, angustias y frustraciones.

El Estado debe proveer a los derechos del ciudadano, entre los que están el de la salud física y mental en toda su extensión. Pero no puede acudir de modo exhaustivo a la atención personalizada. Vivimos un mundo de individuos en apariencia hipercomunicados por internet, teléfonos móviles y mil nuevas tecnologías, pero paradójicamente solitarios, que experimentan una vaga sensación de abandono y desarraigo. Se puede decir que asistimos a un nuevo fenómeno de difusa depresión colectiva, alimentada por los medios de comunicación.

La única vacuna para esta creciente enfermedad pasa por sembrar un pensamiento positivo, reforzar la información solidaria y alentadora, potenciar  la vuelta a la naturaleza y los valores primigenios de la vida. Pero esa es una tarea que puede superarnos como individuos. Lo que podemos comenzar ya es a curarnos unos a otros mediante la escucha del que tenemos a nuestro lado. La tentación de querer convertir a los otros en oyentes de nuestras propia batallitas es demasiado frecuente. “¿Y a mí, quién me escucha?” es la pregunta obvia ante tanto robot parlante y apresurado de nuestro vertiginoso mundo.

Hemos de fomentar no sólo la escucha de la gente sino respondiendo a la pregunta de “cómo” escucharla. Porque estamos tan acostumbrados/as a parlotear en medio de este bosque ensordecedor de ruidos y palabras que tenemos que empezar de cero y volver a aprender a escuchar, evitando la tentación de proyectar en todo mi “ego” con soluciones prefabricadas. Pues no hay mejor terapia que, simplemente, escuchar. Creo que fue Amado Nervo el que dijo: “Oír con paciencia es a veces mayor caridad que dar. Muchos infelices se van más encantados de la atención con que escuchamos el relato de sus penas, que de nuestro óbolo”. Lancemos el salvavidas que la gente demanda, nuestro tiempo dedicado en cuerpo y alma a la escucha.

(Extractomio) Carta al director

viernes, 25 de diciembre de 2015

La leyenda de la Nueva Sociedad


Daniel Medina Sierra



En un lugar muy cercano, muy cercano, ocurrió una historia que traspasó las fronteras de su país. Fue en San Fernando...pero no adelantemos los acontecimientos.

Era del individualismo y la competitividad. En ese pequeño pueblo tan sólo vivían bien unos pocos habitantes, los más usureros, los más mentirosos, los más corruptos. La mayor parte de las personas apenas llegaban a final de mes, las calles estaban llenas de mendigos, los albergues estaban repletos, la sanidad peligraba, la educación cada vez era más básica.


Mientras tanto los bancos seguían absorbiendo cada resquicio de valor que hubiera, los políticos pasaron a ser meros explotadores de masa humana, los bienes pasaron a manos de los más poderosos; todo parecía perdido.
Un buen día, sin saber bien por qué,  una noticia  les cambio la vida: ‘un señor, un vecino del pueblo, estaba desesperado; como no podía más, murió.



No fue una noticia extraordinaria, todos los días leían noticias peores; pero algo pasó. Esa muerte llegó al corazón de la gente, fue como una explosión de rabia, de dolor, pura  empatía. La gente empezó a salir a la calle a protestar, los habitantes comenzaron a reunirse haciendo de ésta  un solo grupo. Se llamaron Nueva Sociedad y en ella se firmaron las primeras leyes justas.
- Nadie sin hogar, nadie sin trabajo, nadie sin derechos, nadie sin deberes, nadie sin asistencia, nadie sin educación.


Hubo muchas más y empezaron a trabajar. Un banco expropiaba, todos se presentaban en el banco y permanecían allí día y noche, apoyando al expropiado. Un político quería hacer alguna reforma o ley, todos se manifestaban pacíficamente hasta hacerle rectificar, las denuncias sociales fueron aumentando. Estas acciones fueron creciendo cada vez más como un virus mortal e incurable que iba directo al corazón del sistema, el sistema egoísta. Ése que poco a poco asimilaron y , por qué no decirlo, al cual contribuyeron. La era de los corruptos se desplomaba, la era del individualismo egoísta llegaba a su fin.

  

Las demás localidades también pasaron a la acción, las provincias, los países. No lo podían creer, el pueblo despertó, ya no tenía miedo, estaban unidos, ya no estaban solos. Fue tan repentino que no les dio tiempo a reaccionar. Quisieron pactar a cambio de inmunidad, quisieron comprar a los líderes, pero no había lideres, todos contaban. Al final todo ese imperio fue cayendo. Primero los políticos corruptos y los incompetentes, luego los bancos, los mercados.


Cuentan que ese fue el inicio de la Nueva Sociedad. Ocurrió en un pequeño pueblo y su desencadenante fue un pobre hombre que murió. No sé si es verdad pero es una hermosa leyenda, la leyenda de la Nueva Sociedad.


viernes, 18 de diciembre de 2015

Un cuento


Daniel Medina Sierra

Hoy os contaré un cuento que unos creo que no conocéis, y otros en cambio, sí. Es el cuento del lobo y empieza así:

Erase una vez un pobre muy pobre que conoció a un lobo, antes de conocerlo no era tan pobre, pero tuvo que tratar con él y lo engañó, arrasó con todo y se llevo todo lo que poseía. Era tan voraz que no se conformó con quitarle todas sus posesiones, también lo acosaba y lo amenazaba, pues sus sirvientes le otorgarían más beneficios económicos a cambio de seguir financiando campañas de promesas al pueblo.

 El pobre a duras penas salvó un trozo del corazón y conciencia, y arrastrándose como un reptil pidió ayuda a las administraciones públicas. No se percató de que ellos eran sirvientes de los sirvientes y, por tanto, nada hicieron por ayudarlo.
Estuvo en comedores sociales para, al menos, mantenerse con vida un poco más de tiempo.
Conoció más víctimas del lobo, cada uno lo describía de formas distintas; pero todas tenían una cosa en común, su voracidad.

 Era tal su poder, que podía jugar contigo durante años antes de devorarte por completo. Las víctimas sufrían como almas en pena, gritando lamentos repetitivos y agonizantes, incapaces de saber que fue exactamente lo que les atacó.
Tras un breve espacio de tiempo el pobre descubrió un lugar donde guarecerse de todos esos enemigos del hombre, conoció personas que lo ayudaban a cerrar las heridas recibidas en la guerra que los lobos y sus vasallos mantienen contra a una parte de la sociedad, los pobres.


 Pero ellos no podían hacer más que protegerlo durante un tiempo. El lobo volvió a por su pieza antes de que se hiciera demasiado fuerte para enfrentarlo. ¡Que viene el lobo! decía, pero casi nadie lo escuchaba. ¡Socorro, que viene el lobo!
Alguien me dijo una vez: ‘Tú pide socorro cuando te haga falta’.
Este buen amigo no entendió que no era necesario pedirlo, era necesario ofrecerlo, púes esto nos afecta a todos y mis carencias son tan evidentes que jamás pediré socorro.

  
El cuento no sé cómo terminará ya que aún lo estoy leyendo, pero imagino que no acabará bien. No vendrá la caballería a última hora a rescatarme, no espero ni juzgo, no tengo miedo ni necesito palmaditas de consuelo. Al lobo solo se le derrota con acción, con denuncia, con visibilidad; le aterra que lo pongan en evidencia y eso solo se hace luchando juntos.
Que estúpida es la situación, cuando yo sé que es injusta e ilegal; y buena parte de la sociedad se queda mirando como destrozan todo cuanto puedas retener de ser humano. No tengo miedo alguno, ya me enfrenté a él y no puede hacerme más daño. Y no puedo evitar un sentimiento,  mezcla de dolor y repugnancia,  por todos los que lo permiten, por acción o por omisión, y ese sentimiento más que desvanecerse se refuerza con el tiempo.
  
A veces, no siempre, me da la impresión de que son una especie inferior. Sí, viven mejor que yo, son más felices en su ignorancia, se enamoran, tienen problemas banales en los que estar muy ocupados. Pero en serio lo digo ¿Tan poco sentido común tiene la gran parte de la sociedad? En fin, el lobo seguirá observando el momento idóneo para atacarme pero no podrá conmigo; eso no lo puedo decir de todos aquellos que pasan de todo y que tarde o temprano serán víctimas también.


jueves, 17 de diciembre de 2015

Misericordia. Piedad. Paz


Confieso que me siento desbordado, porque estoy confuso y desorientado, cuando trato de entender lo que está ocurriendo. Lo que más desasosiego me causa es la desesperante lentitud en la resolución de tantos problemas como afectan a tantos, unos más cercanos y otros menos, pero tan numerosos…

Todo ello supone una amenaza a la fortaleza de la fe, en Dios y en los hombres,  y hace tambalear la esperanza... Hasta la caridad se siente impotente, muy insuficiente, y a veces denigrante, si se compara lo mal que viven unos, muchas veces sin culpa, y lo insultantemente bien que viven otros, al lado mismo, y no siempre por méritos propios…

Quizá es que lo esperamos todo del otro, del Estado, de los poderosos, sin darnos cuenta que cada uno puede hacer mucho por él mismo y quienes lo rodean, y que esa es la única manera de cambiar el mundo, mediante la confluencia de voluntades empeñadas en el bien común, que renuncian al egoísmo y al menosprecio o el descarte de los demás, y sobre todo a la violencia para conseguir sus fines.

Que la Navidad, fiesta de la generosidad por excelencia, que celebramos los cristianos, contagie a todo el mundo y para siempre...

PD.  Iba a terminar ahí mi reflexión, pero de nuevo me lo ha impedido una implacable llamada de teléfono que, desde hace ya más de una semana, me llama puntualmente a determinadas horas del día.

La llamada no es para mí, es para un amigo, que como no tenía teléfono cuando abrió la cuenta en el BBVA pues le presté el mío. Mi amigo sigue sin poder realizar algún ingreso porque no encuentra trabajo, ni le llega la ayuda solicitada hace más de un año. Por eso recibo yo esta impía llamada.

Lo llama, una voz de ‘señorita’, con todos los respetos, un poco ‘cortita’, ya que insiste, una y otra vez, para que mi amigo que no dispone de dinero, porque es muy pobre, le pague al banco para el que trabaja, uno de los más grandes y ricos, y muy informatizado, 60€ de comisión por haber tenido la mala suerte de abrir en su día una cuenta en ese impío banco.

Este banco, como tantos otros, incluso los que fueron benéficas Cajas de Ahorros , ahora suculentos bancos, generosamente recatados con dinero público, para evitar la quiebra a  que las condujo la desastrosa gestión de los políticos de turno, todos ellos se rigen por los intereses, incapaces de renunciar a cobrar intereses a ‘cuentas alimentadas por ayudas sociales’, en espera de poder estar al día porque el dueño cuenta con unos ingresos regulares y justos, fruto de su trabajo.


En el año de la misericordia, que celebramos los católicos, me atrevo a  invitar a todos los humanos, especialmente a las instituciones que tienen poder y capacidad para proteger y ayudar a las personas,  a que imiten la misericordia divina que, sin renunciar a la justicia, no hace acepción de personas, altas o bajas, ricas o pobres…

El voto

Daniel Medina Sierra


El 20 de diciembre volveremos a votar como lo hemos estado haciendo durante más de treinta años.
Votamos porque es un derecho constitucional, porque con el voto del pueblo cambiaremos las cosas, otro presidente nos “gobernará”, o tal vez sea el mismo.
Bien... ¿A qué parezco un ciudadano responsable, informadísimo y consciente del poder del voto? Pues no, no. Ni soy responsable, ni estoy informado y mucho menos consciente del acto en sí.


Como esto hay que argumentarlo,  empecemos.
No sé muy bien en qué momento de la historia les dimos a los políticos el poder de gobernarnos, pero yo no se lo he dado ni se lo daré nunca. Se supone que estos señores están para gestionar el país, no para gobernar al país y los que vivan en él. Votas una vez cada cuatro años y siempre con las mismas promesas que nunca cumplen, ese es nuestro margen, votar y cruzar los dedos para que " al menos'  hagan algo de lo prometido. Crean leyes sin consultar, con el supuesto poder principal, el pueblo; crean reformas, remueven la justicia y todos sabemos que solo es para esos pocos privilegiados,  que nos roban con cada compra, transferencias... El acto más cotidiano se convierte en beneficio para esta élite.


El voto es una farsa y lo sabemos, es una manera sutil de darte las sobras para que creas que le importas. Esto nos ha pasado por comodones, por querer que otros hicieran el trabajo que nos corresponde a todos, por hacer responsable único al político y librarnos de nuestra responsabilidad. ¡Para eso les pagamos, ¿No?!
Yo creo que ese domingo lo aprovecharé  viendo alguna película de Paco Martínez Soria, al menos así me reiré un poco, mejor que dejar que se sigan riendo de mí.


Si queremos Justicia Social, el trabajo lo tendremos que hacer nosotros, si queremos Sanidad, Educación, Empleo... O nos empezamos a poner de acuerdo los ciudadanos, o estaremos repitiendo lo mismo cada cuatro años hasta que acabemos por ser un país tercermundista. Yo no votaré jamás, me quité la venda de los ojos, actúo,  no me limito a criticar. Muchos aún no han tenido suficiente y siguen pensando que esto es cosa de los gobernantes, que nosotros no podemos hacer nada,  que no tienen la culpa de este desastre, solo el banco, el político, las empresas, los mercados.


Qué verdad es esa que dice que no puedes luchar contra corriente. Fuimos nosotros los que le dimos estos privilegios y somos nosotros los mismos que debemos quitárselos. Si seguimos con este absurdo ritual con la falsa arma de... Si no lo hace bien votaremos a otros,  eso sí, cuando pase otros cuatros años. La decisión es vuestra. Si creéis que con vuestro voto cambiaréis el rumbo del país y le dais un escarmiento a aquellos que lo han hecho mal, adelante; yo me bajo de ese barco, porque el capitán solo cambió  de chaqueta.


miércoles, 16 de diciembre de 2015

No es dar el momento, es dar el futuro



12 de dezembro de 2015  

                                                             Ilustração de Carlos Ribeiro

Nunca llegamos a conocer a alguien de manera plena. Ni a nosotros mismos. Cada uno de nosotros es un ser profundo cuya esencia está en constante cambio, no siempre se perfecciona, a veces se deteriora. El amor es siempre una decisión de fe, porque aun sabiendo quien es la persona ahora, es imposible saber quien será después. Algunos cambian poco, otros cambian todo.


La vida está llena de paradojas. Si por un lado no debemos colocar nuestro agrado en aquello que pasa, tenemos también la obligación de estimar de forma especial lo bueno que es posible que podamos  perder  en cualquier instante.

Vivir bien implica tener la luz de saber querer lo mejor, en cada momento.

El amor es una saeta enviada, por la voluntad más profunda, con toda la fuerza que puede tener… sigue libre… hasta  alcanzar la soledad de otro, hiriéndola de forma definitiva. Nunca más será rehén de la tristeza del abandono. Le llegarán otros dolores, otras espinas se le clavarán en la carne… pero la soledad no… quien tiene el don de amar nunca más estará solo.

Porque te amo, te entrego no solo este momento, sino todo el futuro. Lo que soy y lo que seré, aceptándote como eres y como serás…


El amor nos marca en lo más hondo de nosotros. Nos perfecciona. Para siempre…

domingo, 13 de diciembre de 2015

Una oportunidad

Daniel Medina Sierra


Cuando tienes la oportunidad de cambiar tu vida ¿Qué haces?
Tal y como yo lo veo solo existen dos opciones:
- Uno: Te la juegas y la recibes con ilusión.
- Dos: Huyes todo lo lejos que puedas.
Es... curiosa la conclusión a la que he llegado, mucha gente huye.


Prefieren recrearse en su pena y su dolor, en vez de asumir que no lloverá eternamente.  Hay muchas razones por las que vivir. Desde luego sé de buena tinta que el paso hacia adelante no es fácil, son muchos los obstáculos que nos vamos a encontrar.
Nada es lo que pensaba, ni en sueños, ni buenos ni malos, creí que estuviera con cuarenta años en esta situación. Divorciado, en paro, “Sin familia, sin amigos, sin dinero, sin casa... Sin nada.


Y aquí estoy, con una tablet que me regalo un buen amigo,  por el que puedo contaros de primera mano, las crónicas de un pobre que ha vuelto a la lucha. Mi familia ahora es más grande, tengo la suerte de tener amigos de verdad.
Desde hace un año en adelante he progresado mucho. Tengo mucho mejor aspecto, tengo más confianza en mí  mismo y he aprendido tantas y tantas cosas buenas. Ahora sé que existen las buenas personas de verdad, que la fuerza no reside en los puños sino en tu corazón, que todo pasa por algún motivo, no hay nada al azar.


Puede que todo lo sufrido durante estos seis años, esta dulce agonía en la que ni estas vivo ni estas muerto, pero que  puede volverte literalmente loco, haya pasado ya; puede que me esperen cosas buenas, buenos momentos para recobrar aliento para la próxima embestida.


viernes, 11 de diciembre de 2015

¡¡¡SOCORRO!!!... ¿¡Nadie va a defendernos de esta indignidad!?


Esta carta la ha recibido un amigo mío, que lleva ya muchos años en paro, desde que se vino abajo por la crisis su negocio como autónomo, y de ahí  a la separación matrimonial, y a continuación la amenaza de desahucio que pesa sobre él. Lleva viviendo de ‘ocupa’, en su propia casa, durante años, y hasta que la Caixa quiera. Un día a la semana sigue, como un rito, saliendo a echar currículos con un amigo, que tiene coche, y así pueden ir a los pueblos de alrededor…

Pero es que acababa de sufrir otro atropello. Venía del banco, de comprobar si por fin le habían ingresado la ayuda que ha solicitado desde hace un año, aunque le han dicho en los Servicios Sociales municipales que pueden tardar hasta catorce o dieciséis meses en hacerlos efectivos.  Pero, el monstruoso cajero-cancervero que custodia los intereses del banco le tragó la tarjeta, porque no era operativa, sin permitirle si quiera comprobar si le habían ingresado la ayuda.

Y no era operativa la tarjeta porque, como mi amigo no tiene ingresos, porque no tiene trabajo ni recibe otro tipo de ayuda, no puede pagar al banco los abusivos intereses que cada trimestre le exige. Si no puede pagarlos, como dice en la carta, el ‘pobre’ banco tendrá que reclamárselos por vía judicial…

¡¡¡Es que nadie va a salir en defensa de mi amigo, y de tantos que, como  mi amigo, reciben estas cartas que ofenden su dignidad!!!

Es que si esto no sucede, si nadie con capacidad para hacerlo, toma cartas en el asunto,  toda la sociedad se declara culpable de esta falta inmensa de solidaridad, de este desprecio por la vida de tantas personas que tienen que acudir a la caridad para seguir viviendo.

¡¡¡Cuánto tenemos que agradecer a tantos como sufren estas y otras injusticias, los que tenemos trabajo o pensiones, porque  no estén llamando a nuestras puertas, para afear nuestro disimulo, nuestra indiferencia, o nuestra complicidad y nuestro silencio!!!

Nadie quiere enterarse. En la época del desarrollo, de los años sesenta en adelante, como todos podían tener trabajo se redujeron los albergues, y se comienza a hacerlos  más cómodos y elegantes. Pero la crisis económica y el paro han provocado una demanda excesiva, que desborda la capacidad de los centros de acogida existentes. Además  se han ido sumando otras causas que amplían la exclusión social: las drogas, la destrucción de familias, la emigración, la violencia incontrolada… El incremento de personas necesitadas se hace incesante y no se toman las medidas necesarias para socorrer a tantas víctimas de la propia sociedad, o de sí mismos, por debilidad o falta de la formación adecuada, los centros de acogida son cada vez más insuficientes.


Como la acogida que se dispensa en una familia no hay igual. No podemos renunciar a la familia, o desvirtuarla,  y querer luego que la sociedad nos acoja  como si fuera una familia… 

jueves, 10 de diciembre de 2015

Pasado, presente y futuro


Daniel Madina Sierra

Subes por una pendiente, echas la vista atrás y todo parece pequeño, incluso, aunque recuerdes tu vida, no la sientes como tuya.
¿Las noches son iguales, todas, y los días? Recuerdo que me dijeron que el amor tiene fecha de caducidad. Recuerdo fiestas, chicas, amigos/as, recuerdo risas, bailes y luces.
Que distorsionado parece todo en el presente, ¿Realmente lo viví o solo lo imaginé?


Recuerdo juegos, complicidad y conversaciones intrascendentes de los que no ven lo que les deparará el destino. Recuerdo halagos, recuerdo el papel de líder, recuerdo la competitividad; son tantos recuerdos...
Son una carga pesada llena de momentos de la vida en los que ya no te reconoces y aún así debes asumir que lo viviste.
Un presente que vives: Ahora estoy escribiendo y previsiblemente seguiré haciéndolo, incluso después de terminar la frase.


Curiosamente, ese instante en que empecé la frase ya forma parte de mi pasado y seguramente no lo recordaré después de unos días. ¿Cuál sería la fórmula para hacer de una pendiente ascendente descendente? Pasado y futuro solo se diferencian en una cosa. El pasado “imagina" recuerdos reales y vividos, el futuro imaginauna vida ficticia, una proyección de lo que creemos que pasará en otro tiempo.


Yo creo que es imposible vivir plenamente el presente, creo que tenemos demasiados estímulos externos. Pero sí que podemos hacer algo todos los días, dedicar unos segundos a ser conscientes del momento que estás viviendo.
Un café con un amigo, sed consientes, Un segundo en que miras el cielo azul, sed conscientes, una caricia a tu mascota, sed conscientes.



Poco a poco lo conviertes en una sana costumbre y los momentos presentes tendrán mucho más significado de lo que hoy día tiene. Entenderás mejor el mundo que te rodea y con mucha suerte, te darás cuenta que el mundo real no es solo lo que ves ni lo que sientes en él; hay mucho más que ver y sentir. Está detrás de las bambalinas. Ganas calidad de vida, ganas consciencia de tu entorno y los que te rodean notarán la diferencia en ti.

domingo, 6 de diciembre de 2015

El estrecho camino del bien



5 de dezembro de 2015  
https://www.facebook.com/jlmartins


                                               Ilustração de 
Carlos Ribeiro

Nuestra salvación depende del equilibrio entre el trabajo y el descanso. Las luchas de esta vida presuponen que cada uno de nosotros, en cada batalla, sepa encontrar tiempo para reposar, para cuidar su interior.

Hay quien piensa que la felicidad será una especie de paz absoluta donde nada acontece y todo nos es dado. No es así. No hay paz sin lucha. Más que un estado que se alcanza, la felicidad está en la fuerza que resulta de la fe con que se lucha por el bien del otro… un camino mucho más estrecho que se debe soñar, construir, recorrer…

Somos imperfectos. Pero nuestras faltas sólo nos vuelven malos cuando caemos y no volvemos a levantarnos.

Vence dos veces quien triunfa sobre el mal que hay en él.


Perfeccionar nuestro interior es  esencial. Nadie debe dejar sus sentimientos y pensamientos andar sueltos, sin principios ni orientación, imponiendo en cada momento, órdenes sin orden. Debemos ser señores de nosotros mismos y no esclavos de nuestros impulsos. Es porque arrepentirse es más importante que lavarse la cara.

Amar es ser, en silencio, fuerte y bueno. Incluso cuando eso nos hace sufrir. El resto… bueno, el resto son egoísmos disfrazados y llenos de disculpas.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Con veinte millones de euros

Daniel Medina Sierra


Con veinte millones de euros. Me concederé ese sueño¡ Es gratis!.
Lo primero pagar todas las deudas que tengo que son muchas, limpio de deudas, me compraría una buena casa con jardín y tres dormitorios, uno para mi, otro para mi gran amigo y otro para los invitados, amigos o familia que se quede en ella. Un arreglo de chapa y pintura de arriba a abajo, un viaje largo, tal vez unos meses.



Compraría un gran edificio que seria el nuevo albergue. En este lugar no solo tendría los recursos básicos cubiertos, tendría teléfono, internet, talleres de oficios, psicólogos, ocio....
La primera planta la destinaría a negocios, es decir, locales perfectamente acondicionados para ejercer su actividad laboral las personas en exclusión social y así empezar a ganarse su jornal por sí mismas, o lo que es lo mismo, alcanzar la autonomía económica.


No sé si este tipo de albergues mixtos existen, desde luego en San Fernando no, pero me gustaría que así fuera.
Tendría una plantilla de profesionales, tanto trabajadores como voluntarios, de los mejores que conozco y me quedan por conocer, serían escogidos no solo por su profesionalidad, también por su corazón.

Ya, que me sobra aún mucho dinero. Haría todo lo que siempre quise hacer. Un disco, aunque solo lo escuche yo; una peli o una serie. Y si me sigue sobrando... No os preocupéis que haré un buen uso de él.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Little Dresser for Africa



Me encanta esta noticia, no me resisto a publicarla, a pesar de mi corto alcance. Estos desafíos personales son un regalo inesperado, pero siempre oportuno. Ojalá hubiera también muchos 'padrinos' para las familias y personas que entre nosotros lo pasan mal, un día sí y otro también...Como decía el cura en la misa del último domingo: se acerca el Adviento, a ver qué frutos produce en cada uno, a ver qué cosas corrijo para celebrar en la mejor disposición la Navidad... Aquí un buen ejemplo

 



Tem pessoas no mundo que realmente são especiais. Lillian Weber é uma senhorinha de 99 anos que está fazendo uma coisa incrível que deveria ser seguida por mais pessoas.

Ela tomou como desafio, costurar 1 vestido por dia para a causa africana Little Dresser for Africa, em português – Pequenos Vestidos para África.

Lillian quer chegar ao vestido número mil até seu aniversário de 100 anos, sensacional né? Ela revela que seu maior desejo é que as meninas se sintam mais bonitas com seus vestidos e assim possam se sentir melhor em tamanha pobreza.

Gostou de conhecer a história de Lillian Weber? Clique no botão abaixo ecompartilhe com seus amigos.


http://awebic.com/pessoas/senhora-99-anos-costura-um-vestido-por-dia/

martes, 1 de diciembre de 2015

En estas Fiestas...

Daniel Medina Sierra

Ya va llegando otro Año Nuevo, otra Navidad. Un año más de promesas, de buenas intenciones, de regalos y risas, de rosas y encuentros, de turrón y polvorones. Es el año de los sueños por cumplir, de volver a empezar...
La otra cara de la moneda son los excluidos sociales. Para imaginar lo que sienten solo debo retroceder apenas un año atrás.
Tengo claro que no es del gusto de muchos que me acuerde de estas cosas en vez de disfrutarlas e imaginar que el año que viene será mejor para todos.

  
Cada vez que llegan estas fiestas tan señaladas, es imposible no echar la vista atrás y ver en lo que te has convertido. Ni mejor ni peor, distinto nada más. Perdí la confianza en mí, pedí el optimismo, la razón de existir, las ganas de vivir y un largo etc.
Por más que quieras normalizar tu vida hay muros aún impenetrables. Tengo nuevos amigos, mejor aspecto y no he perdido la cabeza del todo, "Creo", pero mis fuerzas no son las de antes; más que luchar por salir de esta actúo como un autómata.

  
El camino hacia una mínima autonomía cada vez se hace más largo y pesado. De vez en cuando, experimentas esa sensación de impotencia, querer y no poder. Solo se me ocurre un milagro, ya que desear volver a tener un poco de normalidad en tu vida es más propio de un milagro que de un sueño. Lo cierto es que ya no tienes ganas ni de maldecir a todos aquellos que te han llevado a donde estas hoy,¿Para qué?
  
 Estas son reflexiones de las que no hablo, de las que no me apetece hablar, pero que en ningún momento del día o la noche olvido. Es que no me deja de sorprender...¿Cómo es posible que tenga que luchar tanto para dar pequeños pasos y todo se derrumbe en tan solo unos meses? No lo entiendo, ¡cuan frágil es la vida, qué pronto caes y qué tarde te levantas!