lunes, 27 de abril de 2015

El lento camino de la virtud


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 25 de abril de 2015 



                                                   Ilustração de Carlos Ribeiro

El camino que sube es el mismo que desciende. La práctica de cualquier virtud supone la realización de una gran cantidad de actos en el mismo sentido. No hay héroes de un solo gesto. Nadie llega a ser bueno de un momento a otro. Las grandes obras son consecuencia de recorridos en los que la voluntad se sobrepone a la naturaleza pasiva repetida varias veces.

La virtud, así como la vida, nunca es un hábito.

Un vicio somete siempre a la voluntad, llevándola a desistir y a entregarse, cada vez que es seducida para caer. El camino que lleva a cualquiera a la perdición se hace de forma progresiva. Nadie llega a ser malo de repente. Los grandes disparates aparecen en la secuencia de otros disparates, menores, que van corrompiendo con paciencia  y determinación los cimientos de nuestra libertad, a fin de que, convencidos de que somos así, aceptamos hacer lo que nos perjudica y arruina nuestra verdadera felicidad.

Son más los hábitos que tenemos que aquellos que reconocemos… El miedo a lo desconocido lleva a muchos a no apartarse de los raíles que ya conocen. Las rutinas son difíciles de combatir, pues instalan automatismos en el lugar donde debían mandar la espontaneidad y la libertad. Hay mucha gente que llega a un cierto momento de su vida y para de evolucionar, dejando de perfeccionarse. Creen haberse encontrado… pero se pierden. En verdad, ningún hombre es estático, garantizado y consumado. Sólo los  muertos son así.

El perfeccionamiento personal al que todos somos llamados, supone firmeza, tranquilidad y sacrificios continuos. Sobrepasar estos sufrimientos pequeños es mucho más difícil que enfrentarse a uno u otro de los grandes. La virtud pasa mucho por la renuncia y por el sufrimiento, y estos, cuando son en dosis mínimas persistentes, consiguen tocar nuestra intimidad. Es uno de los más grandes y más simples secretos de la virtud: resistir a la insistencia constante de las pequeñas tentaciones.

Ser virtuoso es hacer aquello que, siendo posible, a muchos parece imposible. En verdad, será siempre más fácil de lo que parece. La dificultad está en mantenernos en la misma actitud frente a las más diversas formas que el mundo encuentra de inquietarnos y desviarnos de nuestro mejor camino. Y después está la soledad… los verdaderos héroes no tienen audiencia y no cuentan con ella.

Es lejos de las miradas de los otros donde me revelo como soy. Un héroe, un villano o una insignificancia corriente…

Cualquier vida se vuelve absurda cuando quien la debía gobernar se deja llevar por el estancamiento en los hábitos…

Nada sucede por casualidad y no hay saltos inexplicables. Muchas veces, será nuestra limitación de comprender la que justifica que creamos que es un caos lo que es una orden superior. Todos los momentos tienen un sentido, sea subir o sea descender. La virtud perfecta de los héroes sencillos es construirse, paso a paso, una huída de la parte egoísta de la naturaleza de cada uno de nosotros. El verdadero coraje y osadía pasan por no ser normales, vulgares, sino extraordinarios en nuestra forma de lidiar con la vida y con el tiempo que nos son dados. En la paz, debemos hacer la guerra en perjuicio de las flaquezas… y, en silencio, resistir las tentaciones de todo cuanto no nos engrandece.

Debemos ser prudentes y justos, ejercitando nuestra razón en favor de nuestro mayor bien, de nuestra alegría más profunda.

Debemos ser fuertes y templados, buscando siempre garantizar toda la pureza posible para nuestras emociones.


Inteligencia sensible, corazón fuerte.

martes, 21 de abril de 2015

No se debe jugar a ser bueno, o a hacer el bien.Un juego peligroso que puede causar gran decepción



A juzgar por la expresión de su rostro, su nerviosismo incontenible, no cabe la menor duda de que le ha sucedido algo extraordinario. Pero que le suceda esto a una persona que está muy lejos de los suyos, que al recordarlos llora aún, que anda dando algunos tumbos de acá para allá, de país en país que tiene que ponerse en tratamiento antidepresivo… es más sorprendente aún.

Hace a penas unos días lo vimos llorar de nuevo, esta vez porque su madre había muerto y ya no podría volver a verla. Le expresamos como pudimos nuestro apoyo y comprensión, y parece que algún consuelo le hemos dado. Sin duda es persona agradecida, como viene demostrando en repetidas ocasiones. 

La sorpresa esta en que ayer tuvo un encuentro casual con una persona que tiene varios negocios familiares, y le ha asegurado que cuenta con él, ofreciéndole trabajo tan pronto como sea posible en alguno de ellos. Incluso selo ha dicho a la hermana del albergue también.

Mientras me va contando lo sucedido ayer por la tarde, en plena calle, con media voz, casi llorando, me dice muy convencido que no es en absoluto normal, que alguien ha tenido que intervenir para que tal encuentro se produzca. Yo entonces, contagiado por su emoción, le sugiero la posibilidad de que  haya sido ella, su madre recién fallecida, pues me consta que estaban… están muy unidos.

Sucesos parecidos ocurren con frecuencia  en los últimos tiempos, unos los he vivido personalmente, otros les suceden a personas cercanas o conocidos. ¿Será la necesidad producida por la crisis, tan prolongada y extenuante, que agudiza el entendimiento y estimula la generosidad y el agradecimiento? ¿Será la Misericordia que pone en marcha la  providencia: el cuidado, el deseo de ayudar y colaborar en la atención de quien necesita ayuda? ¿O una forma de rebelarse contra la injusticia, la deshumanización y el desapego entre el género humano?

Pues, en esta ocasión, como en otra reciente que recuerdo ahora y que le ocurrió a otra persona que vive en la calle, la promesa de ayuda no llegó a materializarse, sencillamente aquellas personas no sabían lo que hacían prometiendo lo que no sabían si podrían cumplir con seguridad; o quizá, siendo generosos, podemos pensar que algo les ha ocurrido y tarde o temprano reaparecerán, ellos u otros, con una solución para cada uno. Ojalá que así sea.

Ciertamente, en el segundo caso le ha llegado la ayuda, este hombre ya no duerme en la calle, sino en el portal, justo al lado donde él pide, y además comparten con él aseo y comida caliente.Pero en el primer caso la decepción se sumó a la depresión, haciéndola insoportable…


El bien y el mal ¡qué cerca están! Y no depende sólo de los demás, está en nuestra propia mano, la de cada uno, sin tener que pedirle permiso a nadie, es una decisión propia. Un poco de bien aquí, otro poco allá… si llegan un día a juntarse, le comerán  terreno al mal y el mundo será mucho mejor. ¡Ojalá!

lunes, 20 de abril de 2015

Verdades concretas y verdad íntima


18 de abril de 2015 



                                                      Ilustração de Carlos Ribeiro

Las verdades son objetivas, están ligadas a los hechos, son racionales y coherentes entre sí. De acuerdo con esta noción común, la verdad es una adecuación del pensamiento a la realidad. Las ideas serán verdaderas si reprodujeran con exactitud los hechos concretos.

Estas verdades se refieren a lo que tengo delante… lo opuesto a mí. Son meros contenidos superficiales y no cambia nada en mi interior si alguna de ellas estuviera equivocada. Además, ¡esas verdades son siempre provisionales! ¡Existen en cuanto verdad solo hasta que el conocimiento evoluciona y sean sustituidas por otras mejores!

Una verdad objetiva es siempre impersonal, racional y universal. Todos los hombres deberían ser capaces de conocerlas y entenderlas… ¿pero es que abstraer algo o alguien de la realidad concreta no es traicionarlo? Al final, si no presto atención a lo que lo hace original y único, consigo colocarlo en un sin número de estanterías y colocarle muchos rótulos, pero no estaré pensándolo en su verdad profunda.

Nada cambia en mi vida íntima si se prueba que una fórmula cualquiera de los químicos al final está equivocada y hay una mejor. Son verdades concretas pero no dicen nada de lo que es esencial.

La verdad que me importa es otra. ¿Lo que me inquieta es la Verdad que existe en lo más profundo de mí y yo desconozco, aquella que existe en el mundo y sólo a mí me merece respeto… ¿he hecho lo que debo? ¿Estaré  condenado al arrepentimiento? ¿Seré feliz? ¿Ahora o después? ¿Volveré a sonreír como cuando era un niño? ¿Llegará quien yo espero hace ya tiempo? ¿O, por lo contrario, la Verdad es que quedaré solo para siempre? ¿Quién es esa persona que debo esperar? ¿Qué soledad es esa que debo aprender? ¿Es fundada mi esperanza o sólo una ilusión? ¿Tiene sentido mi sufrimiento o es absurdo?

La esencia de cada hombre es tan única que escapa a cualquier tipo de verdad objetiva, nuestra identidad profunda es una especie de resto, un fallo en el sistema. Somos un grano de arena, el más insignificante de todos los otros granos de arena… ¡cada uno de nosotros es una discordancia original! Lo que somos escapa a todo intento de comprensión racional. Nuestra existencia particular es sublime y absoluta porque es una disonancia singular y excepcional. Actuamos diferente porque somos una diferencia. Nadie es solo más que uno.


Los valores, decisiones o gestos con que me expreso revelan lo que soy. Mi identidad se define por la línea con que separo lo que hago de lo que no hago. Todo cambia si mi verdad, mis valores se alteran, si tomara una decisión diferente o si cambiara un gesto por otro. Todo. Cambio yo y el mundo. Cambia la verdad. Sí, la verdad está viva, ella es la propia vida que me anima… da luz a mis pensamientos y calor a mis emociones. Sin verdad no hay nada… un vacío… un abismo oscuro y frío.

Este pedazo de tiempo y espacio, este mundo íntimo que cada uno de nosotros es, vale un universo. No porque seamos mejores que alguien, sino tan solo porque somos únicos… tan puros, como cuanta sea la autenticidad de que somos capaces.

La autoridad de cada uno de nosotros resulta de ser autores y protagonistas de la Verdad de nuestra vida. La responsabilidad es enorme, porque el riesgo es infinito… todo depende de la oscuridad, porque se puede perder en cualquier momento. No soy el fundamento de mí mismo. Ni mi propio fin…

El don de mi existencia es tan incomprensible cuanto concreto. Simple y admirable. Excelente y perfecto. Sublime.

Mi existencia, mi vida, la vida que soy, la vida que siento que quiere ser vivida en mí y a través de mí… no es una verdad, es la Verdad. Una bondad que se siente.

Sólo el corazón y la fe se pueden aproximar a lo que queda después de que la racionalidad retira todo lo que puede ser pensado, comprendido y aclarado. Soy lo que queda de ese proceso. Soy el resto. Tanto más puro cuantas más superficialidades hubiera sido capaz de desechar. Soy este qué irracional. Esta divergencia impar… esta migaja de vida que quiere vivir y ser feliz. Plena.


Lo más profundo e importante del mundo no se puede analizar de forma objetiva. La Verdad es íntima. Aún más íntima que la muerte en mí. Esa que sin una palabra me enseña tanto. La nada me amenaza a cada instante… el ser se construye contra la nada. Vivir es aceptar el desafío supremo de la existencia: construir un puente de sentido por encima del abismo de los absurdos de este mundo. Un camino que se hace por las elecciones en medio de la niebla que no me deja ver sino la luz que llevo dentro de mí. Aquella que me construye… a medida que la descubro… como principio, camino y fin.

sábado, 18 de abril de 2015

“¿Cuál es la característica que define mejor al albergue, hermana?”…



Este ramo lo regaló otro
 acogido agradecido
Aún estoy esperando conocer la respuesta a una pregunta, tan sencilla, tan elemental y fácil de responder, por parte de una persona entregada de por vida al cuidado de los más necesitados, que temo quedarme sin llegar a conocer la ansiada respuesta.


En una de esas tertulias, que de vez en cuando profundizan en la verdadera razón de ser de los albergues de acogida para personas sin techo ni hogar, me llamó la atención  una persona, recién llegada al albergue. Exponía públicamente su agradecimiento, totalmente sincero e incondicional,  por la existencia de este albergue en concreto y por el trato que en él se le había dispensado.

Sin embargo, todavía me sorprendió más su enorme capacidad de comprensión, porque demostraba con ello dos cosas, la radical necesidad de un centro como este, y por otro lado, la facilidad con que los que nos dedicamos al cuidado de las personas acogidas, seglares o religiosos, caemos en el  “vicio profesional”,  el exceso de confianza, o el abuso de poder…

Porque,  este hombre,  tan agradecido y sorprendido estaba por la acogida que le habían brindado,  cuando se encontraba totalmente desamparado, que quería saber cómo era posible que alguien le ayudara tanto y tan bien. Entonces le pregunta directamente a una hermana, como prueba del afecto al centro y a las hermanas, sin duda, pero también para darle la oportunidad de que expresara públicamente, el profundo sentido de su vida de entrega a los demás: “¿Cuál es la característica que define mejor al albergue, hermana?”…

Pero la hermana se quedó tan sorprendida, y aturdida, supongo,  por lo inesperado de la pregunta, que no supo qué contestar. Entonces el hombre, no se cortó ni la humilló, sencillamente la retó a que le diera la respuesta al cabo de dos o tres días, antes de que se marchara.

Yo, pecando de cotilla, quise saber algunos detalles más, y cuál era su opinión sobre el centro y las hermanas, y cuál era la respuesta que él esperaba. Pero este hombre me dio otra lección de honradez y de hombre de palabra, me dijo muy clara y rotundamente: “No. Primero es ella”…


Y sigo sin saber la respuesta, aunque me gustaría conocerla, tampoco sé si él llegó a conocerla el interesado, pues no lo volví a ver. Pero no importa, ya he aprendido la lección magistral que me dio este caballero: que cada uno debe saber qué es lo que hace, y por qué lo hace.

jueves, 16 de abril de 2015

juntos para ver la salida del sol, cada día



Nuestra sociedad tiene muchas carencias, es cierto, no pretendo decir lo contrario, pero tiene
también estas otras cosas, y estas otras personas…

Esta mañana me tocó acompañar a la farmacia a un hombre que vive en el albergue, y que por motivos de enfermedad, para regularizar su situación y adquirir sus medicinas, ha tenido que venir a entrevistarse con el trabajador social.

Cuando regresamos a la oficina había una persona que suele criticar siempre lo mal que lo trata la sociedad, y lo estaba haciendo con todas sus ganas hoy. Casi nadie suele contradecirle, incluso puede lograr más de un asentimiento.

No pude por menos de llevarle la contraria hoy, expresando mi agradecimiento y admiración por poder vivir en una sociedad que atiende de esta manera a una persona que, “legalmente casi no existe” y ha vivido la mayor parte de su vida al margen de la sociedad pero en medio de ella. Me dice que ha vivido 29 años en España, que ha trabajado en la pesca, en un pueblo de la costa, pero no sabe si han cotizado por él…

Quizá ha vivido mal más por culpa de una persona que  burla los controles sociales para aprovecharse y explotar a una persona, extranjero y necesitado de lo elemental para vivir. Son las personas muchas veces las culpables, la sociedad, aunque sea imperfecta y no alcance a solucionar los problemas de todos sus miembros,  tiene articulados unos servicios básicos bastante eficientes, amparados en unas leyes ideales y universales. Pero tenemos ya por costumbre muchas veces, sin pararnos a hacer ninguna comprobación, descargar toda la responsabilidad solamente en el Estado, en el gobierno, el ayuntamiento, el alcalde, etc.…

Aún me quedaba el último detalle que me dejaría definitivamente asombrado esta mañana.
Viendo el  estado de  debilidad en que se encuentra esta persona, porque hace muy poquito tiempo que ha sido operada del corazón y hoy además padece un lumbago tremendo,  le pregunto si  se arregla bien él solo para saber cuando y qué medicinas debe tomar. Su respuesta fue que sí, pero  que además cuenta con un “enfermero extraordinario”, un compañero suyo, fisioterapeuta, que le explica incluso para qué es cada medicina.

Pero no termina aquí mi admiración por estos dos hombres, de albergue. De vuelta conozco a su compañero y hablo con él, agradece mi interés por conocerlo, pero no quiere en absoluto que aparezca su nombre en la historia que yo cuente sobre ellos. Y aún me queda lo más emocionante por saber. Es tan buen compañero que, todos los días, van juntos para  ver la salida del sol, por deseo de nuestro asombroso paciente…


Quiero ver en ello unas ganas de vivir la vida desde su comienzo, siempre  nuevo, sorprendente, con un espíritu abierto, joven, o una forma superior de vivir la vida, por encima de las apariencias, de las miserias, en libertad total.

miércoles, 15 de abril de 2015

Para excluidos sociales


Por Daniel Medina Sierra


En el espejo de tus ojos
veo un niño,
que juega
sonriéndole a su madre.

Linda mirada limpia que observa
el mundo
de color azul y blanco,
arropado por dos brazos
que cariñosamente lo sujetan
para que nunca se lastime.

La mamá le cuenta bonitas historias,
con su final feliz
y se va durmiendo,
poco a poco.
Sueña con mundos
de azúcar y limón,
de nubes
en forma de corazón.

En el espejo de tus ojos
me veo yo…

¿y quién no?

lunes, 13 de abril de 2015

Tuve un sueño



Por Daniel Medina Sierra

Tuve un sueño no hace mucho, un sueño extraño, más que por la iconografía o significado, por la sensación experimentada.

Os cuento:

No se bien si estaba solo o acompañado, pero sentía la compañía de alguien. Era de noche y las estrellas brillaban, de la misma forma que lo harían en la realidad. Pero, las observaba deforma distinta.

No me es posible describir la sensación, pero era lago que nunca he sentido, jamás lo sentí así, era una sensación de plenitud, no comparable a ningún otro sentimiento de felicidad. Creo que ese sueño no fue tan sólo eso, de entre todos los que recuerdo es el más corto, pero el más intenso.

Los sueños, sueños son…¿O no?

No tenía nada de extraordinario yo mirando las estrellas…¡Pero qué sensación de felicidad!


Ojalá algún día  mire solo, o acompañado, a las estrellas, y sienta lo mismo en esta realidad…

domingo, 12 de abril de 2015

Las personas son un misterio


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11 de abril de 2015 




                                                     Ilustração de Carlos Ribeiro



Querida amiga,

Una de las virtudes más importantes es la de saber conocer alas personas. Cuando se fracasa ahí, la tragedia es casi segura… así, si me lo permite, le voy a escribir algunas líneas sobre lo que creo que es más conveniente a este propósito:

En primer lugar, no se puede evaluar a los otros sino con la medida que usamos para evaluarnos a nosotros mismos. No tiene sentido querer saber todo sobre otro sin antes haberse esforzado por conocerse a sí mismo.

Después, debemos tener siempre en cuenta que las personas se revelan en el tiempo. Cualquier análisis hecho con urgencia será, casi siempre, equivocado. Nadie se manifiesta en un momento o dos. No hay personas simples, nadie cabe dentro de una explicación fácil y rápida. Somos unidades vivas que se desenvuelven de forma progresiva. Nuestra identidad es un complejo equilibrio dinámico entre permanencia y mudanza.

Si no somos siempre lo mismo, tampoco mudamos a cada instante. Los mayores cambios en la vida se dan de forma sutil y casi desapercibida. Hay quien no se da cuenta de que es hoy opuesto a lo que era hace unos años, porque estos cambios de rumbo se dan sin un choque o movimiento brusco.

Sólo con tiempo podemos evaluar estancamientos, evoluciones y revoluciones.

Tiempo. Mucho tiempo. Tanto tiempo cuanto sea posible. Si le fuera necesario tomar alguna decisión, importa que sea humilde al decidir, sin confiar demasiado en su capacidad de leer señales y normas. La verdad es que la mayor parte de nosotros prefiere quedarse sólo con aquello que consigue comprender, ignorando el resto…  pero eso que puede parecer que está de sobra es, muchas veces, lo más importante… y sólo se podrá saber ver si le damos tiempo…

Pero, las personas nunca son lo que parecen. Nunca. Ni siquiera cuando parecen serlo que son. La apariencia nunca es la esencia. Hay quien se sirve de esta distancia para hacerse ilusiones, para engañarse a sí mismo e intentar engañar a otros…

Hay quien no sabe decir la verdad.

Lo que importa está dentro, más allá, de lo que se puede ver y tocar. Lo exterior es sólo un soporte de lo interior, un medio para revelarse. Una apariencia, por sí
sola y por más bella que sea, no es nada, no sirve para nada ni vale cosa alguna. Lo mejor de alguien nunca es evidente. Lo peor tampoco.

Es necesario saber además que una persona no es sólo una historia pasada. Son muchos los que hablan de sí mismos como si se conociesen bien, cuando en realidad sólo relatan acontecimientos pasados. Ahora bien, esas autopsias revelan solamente lo que ellos fueron, no lo que son: una especie de cadáveres sin presente ni futuro. Es tan fácil caer en este error… ¿no es así?

Cada uno de nosotros es una unidad donde pasado, presente y futuro se enriquecen unos a otros… lo que somos resultará más de las acciones que de las intenciones, más de la voluntad que de las casualidades, más de la esperanza que de los recuerdos.

Es un error común prever el mañana por el hoy. No somos secuencias lógicas. Somos libres y es en esta incertidumbre, ínfima e infinita, donde reside el sentido de nuestra vida, la verdad de nuestra autenticidad y el valor de nuestra singularidad.

Pero, como creo que sabe, querida amiga, hay quien, incluso ante las pruebas de falsedad de aquello en que cree, se agarra con voluntad ciega y redoblada a sus certezas… convenciéndose aún más de sus infundadas creencias.

Hay poca gente capaz de asumir la sabiduría de la humildad, comprender y creer que se engañó, y que, por mayor que haya sido su contribución emocional, está a la altura de ponerle fin y cambiar de rumbo.

Tendemos a inventar historias que nos ayuden a encontrar respuestas sobre la identidad, la nuestra y la del otro. Es raro que consigamos pensar que un ser humano es un verdadero y profundo secreto y, por eso mismo, nos engañamos con frecuencia, deliberada y cruelmente. La verdad es que casi nunca sabemos el por qué de lo que sentimos, aunque estemos casi siempre convencidos de que sí, por más íntimas que sean nuestras emociones… 

Si aceptamos que cada uno de nosotros es un misterio que se revela a lo largo de su tiempo, eso tal vez ayude a disipar las prisas que tantos tropiezos y absurdos nos causan…

Finalmente, le pido que medite en algo que me ha enseñado mucho: una vela es el pabilo, la cera es sólo el soporte. Su  verdadera luz se da en el tiempo, no en el momento.

Me complace usted, confío en usted y rezo por usted.

Agradecido

jueves, 9 de abril de 2015

muere agente de Cáritas Siria



Agente de Cáritas Siria muere durante bombardeos en Aleppo


ROMA, 09 Abr. 15 / 01:41 pm (ACI).- El agente de Cáritas Siria, Safouh Al-Mosleh, ha muerto al mediodía del martes 7 de abril en el bombardeo que afectó su casa ubicada en el área de la plaza Farhat, donde se concentran las catedrales greco-católica, armenia y maronita en la ciudad de Aleppo.
El barrio, que se caracteriza por una fuerte presencia cristiana, recientemente se ha visto afectado por fuertes bombardeos de los grupos rebeldes yihadistas (musulmanes) que siguen luchando contra el régimen de Assad, informa la agencia vaticana Fides.
Según información de Cáritas Internationalis, la familia de Al Safouh Mosleh ya había sido evacuada y él había vuelto a casa para realizar un control rápido cuando cayeron en el lugar varios proyectiles de artillería.
Safouh tenía unos cuarenta años, pertenecía a la comunidad greco-católica y había comenzado a trabajar para Cáritas hace más de un año.
Cáritas Siria indica que la intensidad del conflicto en el norte del país está aumentando día a día, después de que las milicias yihadistas tomaron la ciudad de Idlib, situada no lejos de la carretera que une Alepo a Damasco.
Alepo se ve ahora amenazada tanto por los yihadistas del Estado Islámico como por los del Frente Al Nusra, vinculados a al-Qaeda.
Hasta el momento, en esa parte de Siria los dos grupos musulmanes siguen luchando entre sí.
En la noche entre el 7 y 8 de abril un ataque suicida llevado a cabo por seguidores del Estado Islámico golpeó las posiciones del frente al Nusra al norte de Alepo, causando decenas de muertos, entre ellos el emir Abu Maria, vinculado a Al Nusra.


https://www.aciprensa.com/noticias/agente-de-caritas-siria-muere-durante-bombardeos-en-aleppo-74927/

¿Somos realmente libres?



Por Daniel Medina Sierra

Charlando hace unos días con una buena amiga, surgió un tema recurrente: qué entendemos por el concepto de Dios.

Nuestra amiga nos comentaba que Dios nos concede el don más preciado del ser humano: la libertad.

Escuchando atentamente sus argumentos, su visión de Dios, pensaba “¿Cómo puede estar tan segura, o al menos eso parecía, de que Dios nos hace libres?

Desde luego, y puesto que hablamos de Dios, mi planteamiento es subjetivo, por lo tanto no tengo la certeza, sino mi propia vivencia.

Hace tiempo que he llegado a la conclusión de que los hombres no somos libres en absoluto. Nuestro margen de acción es muy limitado, ya que depende de factores externos, es decir, el país donde naces, no es  lo mismo nacer en un país desarrollado que nacer en un país subdesarrollado; también interviene la situación política, social. En el desarrollo personal tenemos también el núcleo familiar, amistades.

Por lo tanto, difícilmente un individuo podrá elegir cómo vivir su vida. Me podría extender, pero creo que queda suficientemente caro mi alegato.

Un ejemplo claro lo encontramos en los padres. Un hijo llora porque se ha caído y se ha hecho daño, el padre lo cura, lo abraza, y el niño se siente a salvo.

El hijo sigue creciendo, pero el padre sigue cuidándolo; se casa, tiene  hijos, y el padre es dichoso con sus nietos, a los que cuida con el mismo amor con que cuidaba de su hijo (o más); está orgulloso de cómo su hijo ha crecido, habiendo sido un niño querido y esperado, y cómo, siendo ya un hombre, enseña a su hijo a amar y respetar a los demás.

Otro amigo me explica que si Dios interviniera de forma directa y evidente, no tendría razón de ser, ya que entonces todo sería fácil y se daría por hecho…

Creo que no se da cuenta de que lo que no tiene sentido es que los hijos lloren, sufran, y no tengan siquiera el consuelo de un padre…

No, no somos libres, somos esclavos unos de los otros, y no podemos despertar de esta pesadilla, volver a sonreír, a dormir ocho horas seguidas...

No conozco un padre amantísimo que deje sufrir a un hijo. Se culpa de todo al hombre pero… ¿A caso Dios no interviene, los otros seres humanos no intervienen?... ¿Libertad?


Si fuera libre no sería pobre, si fuera libre tendría una segunda oportunidad, si lo fuera… el trabajo no estaría hecho y acabado, al contrario, quedaría mucho por hacer, pero, por vez primera seríamos completamente libres, no me refiero al libre albedrío, sino libres para amar, para ayudar, cumpliendo  sueños; libres para no soñar con paraísos y ángeles cantando al son de músicas celestiales, sino para construirlo aquí...

martes, 7 de abril de 2015

¿A dónde fue la dignidad?


Por Daniel Medina Sierra

Dicen los expertos en sicología que la supervivencia está por encima de cualquier otro instinto, y yo me hacía esta pregunta: ¿Y la dignidad del propio ser, no sobrevive?

La dignidad es un atributo particular e intransferible, o eso creía, hasta que toqué fondo. Cuando acabas en situación de extrema pobreza te das cuenta, o eres consciente de que los cimientos en los que construiste tu vida, tus anhelos, se caen en pedazos; que ese mundo del que antes formabas parte ya está fuera de tu alcance.

Es duro, pero las piedras en el camino te las suelen poner los mismos a los que antaño ayudabas, amigos, pareja, familia…Cuando pierdes el trabajo, lo pierdes todo, así de crudo, así de básicos somos los seres humanos: lo reducimos todo al dinero.

A veces me pregunto si soy yo quien perdió la dignidad, o son otros los que la perdieron…

¿Es más digno coger colillas, o pedir a la gente tabaco?

¿Es más digno decir no a alguien que vive de la mendicidad?... porque el más pobre es el que más da y más consciencia tiene de tu situación…

Particularmente pienso que la dignidad está por encima de mi propia supervivencia, es mi opinión; nada extraordinario, pero en este mundo de la pobreza es una rareza.

Mi dignidad me impide abusar de las pocas personas que quieren ayudarme en este trance, pedir lo justo, que a nadie le resulte una molestia; ofrecer lo poco que tengo y contribuir a una causa común, respetar los espacios y guardar los problemas propios e inquietudes, crisis…

Pero, esa misma dignidad,  me permite conmoverme y dar las gracias al que no tiene y te ofrece un plato de comida, a cambio de tu compañía,  ser justo y luchar por ti y por los demás, a remar contra corriente y levantarte con ánimos para empezar el día en medio de una sociedad hostil y asustada.

En tiempos de Jesús de Nazaret, eran los leprosos los excluidos sociales, teniendo incluso que avisar a gritos de su presencia, para que los demás se apartasen de su camino. Morían solos, despreciados por los mismos que antaño los habían querido… Estoy seguro de que morían más de pena que de otra afección.

Han pasado más de dos mil años, y la lepra del siglo XXI es la pobreza. Nos miran con desprecio, asco, soberbia, y al final nos creemos indignos de recuperar al menos parte del ser humano que fuimos en algún momento de nuestra vida.

Afortunadamente nos quedan los voluntarios, personas con empatía, que colaboran con todo lo que está en sus manos. Ellos creen en ti, ponen al ser humano por encima de todo, te dan la mano, te regalan una sonrisa cómplice y sincera, y te dicen que te quieren.

¿Hay algo más bonito que la palabra dicha con amor a tu prójimo?