jueves, 30 de octubre de 2014

Enfermedad mental y calle



El Día Mundial de la Salud Mental, 10 de octubre pasado, acerté a pasar por la mesa de una asociación que pedía firmas para solicitar del gobierno la atención debida a las personas que padecen alguna enfermedad mental y a sus familias.

No pude por menos de identificarme como voluntario de cáritas en el Programa de Personas sin Hogar y comentarles el problema que se nos plantea con frecuencia al tener que atender a personas que además de vivir en la calle padecen alguna enfermedad mental, pues no tenemos recursos adecuados para atenderlos como se merecen, y  tampoco sabemos a quien recurrir. La trabajadora social de cáritas me decía hace unos días que sentía una cierta predilección por estas personas, dada su indefensión, expuestas a cualquier peligro que ponga en juego su seguridad, o simplemente a no recibir el trato adecuado y considerado por las personas que se cruzan en su camino.

Las instituciones disculpan su falta de atención, aduciendo que o no hay plazas en sus centros,  o que las partidas presupuestarias destinadas a tal fin han sufrido recortes por la crisis. Así consienten que estos enfermos permanezcan meses, quizá años, en espera de poder ocupar una plaza. Los servicios sociales municipales tampoco se hacen cargo, como mucho, se les puede conceder algunos días en el albergue, como a cualquier persona sin techo,  pero no es la solución mejor ni para ellos ni para las demás personas acogidas en esos centros.

No es la primera vez que la policía tiene que intervenir en la calle, cuando ha estallado la tensión acumulada, pero ni siquiera ante esta situación se les atiende adecuadamente, ni se les da amparo de urgencia. Sólo a veces, cuando ha habido lesiones graves, y  tienen que ser atendidas en algún hospital, entonces recibirán la atención que requieren, y permanecerán un tiempo protegidos y a salvo de los peligros de la calle.

Hace pocos días volvió a nuestro servicio una persona que padece una enfermedad mental, huyendo literalmente de la calle, ya a penas lo soporta. Hace poco que estuvo en el albergue y tiene que esperar unos meses, le ha dicho la hermana, para volver a entrar. Pero es que la calle lo ha trastornado más y siente que no aguanta, no soporta las miradas indiscretas de las personas que lo ven durmiendo en un cajero; la falta de intimidad lo aterra. A ratos desvaría un poco, pero aún mantiene cierto control, espera impaciente que la trabajadora lo atienda, aunque sabe que le dirá que no hay plaza para él en el albergue, pero es su única baza: insistir, provocar...


Le quedan nada más que dos meses para ocupar su plaza en un centro de salud mental, a donde está deseando ir. Ojalá no le ocurra nada peor mientras tanto.

domingo, 26 de octubre de 2014

El bien y el mal que desconocemos




                                                   Ilustração de Carlos Ribeiro

No siempre nos damos cuenta del bien y del mal que causamos a los otros. A veces juzgamos sin saber, otras veces hacemos daño sin querer. Es importante que, por lo menos, comprendamos que nuestras acciones van siempre más allá de lo que nos es dado conocer por las apariencias.

Hay quien nos hace mucho bien sin que jamás se lo agradezcamos, y hay también quien nos causa daño sin que, jamás  tampoco, le demos cuenta de eso, ni, tampoco, lo perdonemos. Es bien posible que, ni unos ni otros, sepan lo que (nos) hicieron. Pero, nosotros partimos del principio de que saben ¡y hasta asumimos que lo quisieron! Pero, a los buenos nada les añadimos si les agradecemos, y, a los malos, nada modificamos por disculparles los errores…

Agradecer y perdonar marcan la diferencia. Mucha. En mí y en el otro. Siempre.

Sólo un verdadero amigo arriesga una crítica desagradable pero justa… Pero, ¿cuántas veces somos capaces de agradecerlas? ¿No será que preferimos el placer de las alabanzas injustas e interesadas de otra persona cualquiera?

Casi nunca nuestros actos son juzgados por los otros de la misma forma que los juzgamos nosotros. Las intenciones no pasan de proyectos cuyo resultado material es, a veces, algo tan extraño que sólo seguramente su autor consigue comprender la línea que los liga.

No siempre tenemos coraje para hacer lo que sabemos es bueno. Muchas son las ocasiones en que no conseguimos evitar hacer el mal que no queremos… pero, la tentación del egoísmo es, tal vez, la mayor de todas.

No es, por tanto, tan fácil distinguir el bien del mal. Optar por el bien es arduo, porque, en la vida, lo más fácil casi nunca es lo mejor. Y, aunque después de una montaña de errores, parece que siempre encontramos modo de cometer un disparate más. De elevarnos siempre… más allá de nosotros mismos. El camino de la virtud es duro, estrecho y exige atención constante, pues el descenso se da por el mismo camino que la ascensión… el recorrido del bien es el mismo que el de la perdición, uno sube y el otro desciende… un mismo camino que se puede hacer en direcciones opuestas.

Vence dos veces quien, al vencer, se vence a sí mismo. Quien escoge, para sí y para los otros, lo mejor de sí. La tentación es el momento exacto de la virtud.

La vida es una lucha constante. Un maratón de vidas cruzadas, donde algunos de los efectos de nuestros actos se nos escapan… ¡cuánta gente se entristece (y se alegra) por cosas que nadie, en verdad, deseó… Pero, todo pasa… y un solo día claro basta para hacer olvidar otros cientos!

La sabiduría es humilde, dejando espacio para lo que nos sobrepasa. Nunca se juzga señora de todos los por qués y para qués, ni tampoco, capaz de abarcar el mundo. Es sabia porque se reconoce limitada. Yerra siempre el que se tiene por más de lo que es. . Siempre que cree saberlo todo.

Muchas veces nos engañamos.  Hay quien se emociona con obras de ficción, tal vez porque las  imagina reales, y sea insensible a las tragedias reales, tal vez porque las imagine obras de ficción.

Debemos estar atentos a fin de que no causemos ningún mal (evitable) a los otros, y no nos debemos desanimar cuando la vida parece estar a punto de perder el color y el sentido, al final siempre es posible que podamos hacer el bien a otras personas, aunque no sepamos ni qué ni a quien…

Una mirada, una palabra, un silencio o un pequeño gesto, son suficientes para llevar tinieblas o luz a la vida de otros. Así. En un instante. Dependemos unos de otros. Nunca. Por más grande que sea la soledad en que nos sintamos. Por mayor que sea la oscuridad y el frío, siempre llegará alguien. Siempre. Siempre. Por más que se demore.


¡Luchar siempre con coraje y paciencia para mantener el fuego de nuestra esperanza encendido es suficiente para dar sentido a la vida… a la nuestra y a la de muchos otros!

sábado, 25 de octubre de 2014

El trabajo bien hecho, la mejor recompensa



Después de superar algunas dificultades para concertar el arreglo del local, principalmente por la falta de recursos económicos de Cáritas Arciprestal, hemos podido dejarlo como nuevo, y reduciendo los gastos considerablemente.

Por supuesto que el trabajo lo han realizado dos de las personas que acuden a la oficina en demanda de los servicios de la trabajadora social. Al final hubo que recortar gastos, como he dicho al principio, pero no se echaron atrás. Sin embargo las cosas se complicaron un poquito, por el mal estado de la fachada, hubo que comprar más material, y se alargaron las horas de trabajo.  

Estos imprevistos motivaron las quejas de los trabajadores, y entonces yo intentaba dar algunas razones por las que merecía la pena hacer este trabajo. Insistía en la importancia de haber tenido coraje para ir afrontando los inconvenientes, que no fueron pocos, y rematar la obra reparando incluso desperfectos que no estaban previstos.

Cáritas no es una empresa, les decía yo, no tiene otros beneficios que no sean los donativos, y el mayor beneficio es que las personas que acuden en demanda de ayuda puedan satisfacer las necesidades más apremiantes por lo menos.


Otra idea que le transmitía era que el local que reparábamos aunque fuera de cáritas es un bien común, pues está al servicio de mucha gente, y debe mantenerse en el mejor estado posible, para que se sientan lo más a gusto posible.

Pero, mi amigo estaba preocupado por la justa remuneración, y lo comprendo, como a tantos otros parados de larga o duración, o a los que buscan su primer empleo, tengan la edad que tengan,  y el estado civil en que se encuentran… Todos tienen sus necesidades, que se resumen en una: el restablecimiento de la dignidad, con más razón todavía en una sociedad como la nuestra que lo que más  valora es el dinero o la riqueza.

En un momento determinado le digo a mi amigo, lo importante es que hemos salvado las dificultades y la obra esta terminada satisfactoriamente. Parece que Alguien nos ha echado una mano... Me miró y me dijo algo así como “y yo entonces qué…”; pero tuve reflejos para decirle “tú eres Su instrumento, y muy bueno”… no se defendió, sonrió y mostró su satisfacción  y dijo “bueno, eso sí puede ser”.


¡Qué importante es ser un instrumento de Dios, para el bien, aunque muchas veces no lo comprendamos, e incluso protestemos… Si al final lo hacemos! Por eso agradecemos a estas dos personas su trabajo bien hecho, aunque no tan bien pagado.

domingo, 19 de octubre de 2014

Sufrir sin molestar



                                                        Ilustração de Carlos Ribeiro

El sufrimiento es algo tan natural, como inevitable y universal. Sin embargo, cada vez más es remitido a la esfera privada, íntima, como si fuese algo que puede y debe ser vivido sólo lejos de los otros. En un recinto cualquiera, desde el que distante de los que le quieren, estar ajenos. Estos, se sienten con derecho a exigir que nuestros dolores no les incomoden.

Como un árbol golpeado por un rayo, cuando soy tocado por un dolor profundo, me rasgo, me divido y me consumo en dudas, ansiedades y pesadillas… el propio pensar duele. Estoy solo y con miedo… y el miedo hace siempre que cualquier mal parezca mucho mayor. Sufrimos… y sufrimos más aún cuando estamos solos.

Es imposible contener el sufrimiento, o lo compartimos o somos desgarrados por él.

Nos preguntan: “¿Cómo está?” Pero la respuesta o es indiferente o entonces trata de, por lo menos, parecerlo. Claro que, en el caso de que estemos muy bien, no podemos expresarlo con euforia, ¡porque eso va a chocar! Nunca debemos ser pesados para los otros, ni con nuestras lágrimas ni con nuestras sonrisas. Es así como viven muchos hoy…

Se da por supuesto que preguntemos siempre, pero que no respondamos, nunca. A no ser que sea alguien a quien apreciamos mucho, mucho, al punto de que queramos saber cómo está y de preocuparnos con lo que podemos hacer para compartir su intimidad con todo lo que tenga de bueno y de malo.

Hay personas que nos dicen “¡espero que te vaya todo bien!” con la intención oculta de una verdadera esperanza, la de que no les demos trabajo alguno. Esperan que estemos bien para que se puedan entonces aproximar sin temor de que cualquier dolor o tristeza nuestra los pueda sorprender e incomodar.

Sólo se aproximan a quien está siempre bien. Sólo se aproximan a una parte de nosotros. Nosotros no existimos enteros ara quien –sólo- quiere vivir de forma cómoda.

Espero que te vaya todo bien… ¿espero para acercarme? ¿o para irme en buena hora? ¿Y si la persona no estuviera bien? ¡Espero hasta que lo esté! Pero… ¿con ella? ¿o lejos de ella?

Vivimos en un tiempo en que el sufrimiento es visto como algo vergonzoso. En que las personas deben mantener sus dolores bajo control a fin de que los otros sean librados del peso de lo que entienden no ser suyo… un sufrimiento sin expresión… tan escondido como cualquier pecado obsceno.

Son pocos los que quieren que la lucha interior de alguien sea una lucha común… Se temen los dolores, pero se teme más todavía su inevitable contagio a que algunos llaman compartir. Amor.

Lo mismo después de una gran pérdida, el luto es una lucha que no debe ser entablada lejos de los otros. Cada uno carga su fardo, pero si lo comparte, el viaje se vuelve menos penoso. Porque se alivian, un poco, la pena y la soledad.

Claro, hay muchas simpatías y compasiones, pero la mayor parte de ellas es sólo aparente. Son cada vez menos os que consiguen prestar una ayuda desinteresada a quien lo necesita.

Las alegrías no incomodan tanto como las tristezas. Aunque en ambos casos sea raro se comparta.

Vivimos en un enorme tapiz de apariencias: los egoísmos, disfrazados de cosas bellas, esconden podredumbre… mentiras siempre asumidas de un modo diplomático e inteligente. Al final, todos tenemos nuestros problemas –dicen.

Me escondo en unas gafas oscuras, porque no quiero que vean mis lágrimas. Me visto de negro, para esconderme en la noche de mi mismo, quiero pasar desapercibido, oculto, silencioso… no quiero incomodar a nadie. No quiero que mi tristeza amargue la vida de nadie… tengo miedo.

Pero es el modo que nos impide ser felices. Porque quien tiene miedo, no ama, y  quien no ama no es feliz.


Soledades que son mentiras e infiernos. Hacia donde nos lanzamos enteros cuando sólo aceptamos de los otros  una parte de sus alegrías y dolores… y, también, cuando les mostramos sólo una parte de nosotros.

viernes, 17 de octubre de 2014

Anda por la vida en círculos



¡Ay de los que ya de madrugada
andan en busca de licores,
y siguen así hasta el ocaso,
hasta que el vino los enchispa...
No advierten la obra del Señor...
Por eso irá mi pueblo al destierro...
(Isaías 4,11-13)

¿Quién tiene los ojos turbios?
Los que se pasan con el vino...
¡Cómo brilla en la copa!
¡Qué suavemente entra!
Pero al final muerde como serpiente,
clava los dientes como víbora. …
Tu mente te hará decir tonterías...
Y te dirás: “Me han pegado y no me duele”...
en cuanto despierte pediré más vino.
(Proverbios 23, 29-35) 

Por dónde empezar, qué decir a cerca de J., si anda por la vida en círculos; o como los ojos del Guadiana aparece y desaparece, mostrando la imagen buena unas veces, la mala otras. No es que él lo quiera así, es que una sádica fuerza lo maneja y él, como es así, se deja llevar.
Te lo encuentras de pronto y lo ves hecho un pincel, elegante y cortés, incluso con aspecto de hombre ocupado. Os saludáis y da gusto, J. parece un vecino más, con su vida ordenada y disfrutando de los amigos. Te lo vuelves a encontrar y ahora no es el mismo, es un remedo de aquel hombre elegante, de buena presencia; sigue siendo cortés, pero ahora es para pedirte ayuda, mas no para él sino para satisfacer a esa insaciable bestia sádica que lo maltrata, y así lo deje en paz.
Este es J. Pero yo recuerdo que hace ya unos cuantos años, cuando yo comenzaba a ser voluntario, precisamente J. era un modelo de persona sin hogar que se esforzaba certeramente en su reinserción, incluso fue seleccionado para intervenir en unas jornadas de personas sin hogar a nivel provincial, y lo hizo muy bien.
Salió del albergue por fin para vivir en un piso, y desde entonces ha venido a dar en el J. que describo al principio.
A pesar de todo, él se hace querer, no le faltan amigos que le ayuden, y que le regañen también porque quieren su bien; quieren ver a ese J. elegante y buen vecino, que sabe administrar su paga y no se la entrega a esa furia que lo anula y lo maneja, que le impide ser libre y vivir en paz.


lunes, 13 de octubre de 2014

Cuestión de voluntad



Esta mañana casi no daba crédito a lo que veía, entraba en la oficina nuestro amigo R. con una imagen nueva, como jamás lo habíamos visto, y mis dudas tenía de llegar a verlo un día de “persona normal”, con el que se puede mantener una conversación sin tener que estar recurriendo a lugares comunes y tópicos para animarnos como el varón de Münchaussen, tirándonos de los pelos hacia arriba para salir de las arenas movedizas.

Ha sido una alegría mirarnos a la cara, de frente, de tú a tú, luciendo una sonrisa auténtica, que deshacía cualquier duda o mal  recuerdo sobre la capacidad de R. para recuperarse.

Hoy no vino como solía hacer, echándose encima de mí, besándome y tambaleándose; hoy ya no me necesitaba para afirmarse, era dueño de sí mismo; le pregunté, más o menos, cómo se había operado ese milagro, y me contestó con aplomo: “ha sido cuestión de voluntad, porque me lo propuse”.

Todos lo alabamos y lo despedimos hasta el día siguiente porque tenía prisa, pero lo esperamos impacientes para que nos cuente, si lo tiene a bien, cómo logró rescatar la voluntad perdida, o quizá sólo estaba dormida y despertó con el estímulo adecuado, como en los cuentos, con un beso, con un toque mágico del hada buena, después de haber superado una peripecia llena de obstáculos y dificultades poniendo en riesgo la vida misma. Siempre me acuerdo de una gran película: “Nani Manzanas”, con cuanto gusto uno quisiera que fuera una realidad más a menudo.


domingo, 12 de octubre de 2014

Preocupaciones inútiles




                                                     Ilustração de Carlos Ribeiro

Andamos casi siempre muy preocupados con poco. Desperdiciamos demasiado tiempo con asuntos de poca importancia. El tiempo limitado que tenemos en este mundo debía inspirarnos a ser más sabios en la gestión de nuestras prioridades, ya que no siempre nos preocupamos de lo que debemos. Tendemos a despreciar, muchas veces, lo que es importante. Porque nos parece que tenemos siempre muchas preocupaciones y lamentos.

La posibilidad de una catástrofe es algo que angustia a muchos hombres. ¿Pero es que esta ansiedad tiene justificación? La posibilidad de que suceda es algo que nos sobrepasa por completo, por lo que poco o nada podemos hacer. Sufrimos demasiado por males que nunca nos tocaron de cerca…

También nos pesan nuestras malas decisiones en el pasado. Inquietud inútil. Podemos arrepentirnos, comprometiéndonos a un futuro en que el error sea lección para poner  rumbo a mejor. Pero, por eso mismo, nuestra preocupación debe ser en adelante, no hacia atrás.

La posibilidad de enfermedades y trágicos accidentes, con baja probabilidad de suceder, nos lleva a un desasosiego que nos hace descuidar otros problemas que, no siendo tan serios, pueden ocurrirnos con mayor facilidad. Somos responsables de prevenir las grandes tragedias, pero, más aún, las pequeñas. Dado que la prioridad debe ser dada a las que están más próximas a nosotros.

Pasamos, ahora, mucho tiempo cargando con el peso de las ansiedades respecto de las personas que nos son más allegadas, ¡como si cargar las preocupaciones de ellos fuese una misión nuestra! La verdad es que cada una de las personas (¡incluyendo a los niños!) está dotada de elemental buen sentido, algo que les permite, a todos y a cada uno, salvaguardarse de los peligros comunes que conocen. Pero, es bien posible que ellas puedan incluso estar mejor preparadas de lo que creemos… ¡mejor preparadas que nosotros! Tal vez deberíamos preocuparnos de aprender más con ellas…

Nos sobra poco tiempo para preocuparnos de lo que merece nuestra atención. Es esa anticipación que marcará la diferencia.

No somos así tan fuertes que podamos cargar el gigantesco peso de todas las preocupaciones del mundo, las de los otros y además las nuestras…

¡Cuántas maravillas pasan a nuestro lado, mientras andamos preocupados en las tragedias que sólo suceden en nuestra imaginación!

Es necesario que reconquistemos nuestra paz en un campo que suele estar ocupado por ansiedades y miedos. Sin permitir que, nuestra ignorancia sobre las causas de lo que sucede, nos vuelva rehenes e incapaces de pensar en nada más.

La vida no es para ser explicada o comprendida. Es para ser vivida y… bien vivida. Vivir es buscar felicidad, y eso pasa mucho por aprender a soportar, aceptar y olvidar.

Nuestra cultura nos enseña a afrontar todo. Así, si algo se coloca entre nosotros y nuestro sueño, ¡debe ser combatido hasta la destrucción! ¡Nos dicen incluso que nuestro coraje, voluntad y persistencia son invencibles! ¡Y que nosotros, por eso, también!

Pero hay problemas ante los cuales nada de esto funciona. Las adversidades como la muerte, la enfermedad grave o una tragedia más seria, no se consiguen anular, hágase lo que se hiciera. Aplicar ahí nuestro coraje, voluntad y persistencia en el sentido de destruir eso tendrá un resultado efectivo: aniquilarnos, porque estaremos intentando empujar, no una piedra pesada, ni siquiera una montaña, sino el propio peso del mundo… sin tener los pies asentados en nada.

Hay muchas adversidades que sólo se vencen si las soportamos y aceptamos tal como son, sin grandes explicaciones o sentidos, sin perder tiempo, ni fuerzas,  intentando cambiar lo que no cambia.


Nuestra paz interior es esencial y preciosa. El silencio y el discernimiento que se consiguen cuando no hay revuelo interior, nos permiten aceptar mejor nuestras dificultades, escoger el camino que queremos construir… mientras vamos aprendiendo a admirar las maravillas de este mundo.

viernes, 10 de octubre de 2014

DÍA MUNDIAL DE LA SALUD MENTAL



Como un pequeño homenaje, a cuantas personas con algún problema de salud mental,  han pasado por nuestros servicios, recojo algunos párrafos de los post que les dedicamos en su día.

“A. es encantadora, te cuenta unas historias con tal realismo que te engancha, y hasta puedes llegar a creértelas, si te dejas llevar por el aplomo y la seguridad con que describe las situaciones y las personas. Con su porte cuidado y hasta elegante A. nos despista totalmente. Ha sido una verdadera pesquisa a lo Sherlock Holmes lo que la trabajadora social ha llevado a cabo para dar con la verdadera identidad de A., pero ahora A. no se reconoce en su verdadera identidad. Tuvimos que echar imaginación y paciencia para convencerla de que aceptara su nueva identidad, al fin y al cabo en su accidentada vida como espía ha tenido que esconderse y utilizar distintos nombres, pues ahora, con tal de que la atienda el doctor, qué más le da el nombre y los apellidos que le pongan.”
“Es una madre abandonada por el marido, español y cristiano, o mejor, expulsada de la casa, y suplantada por una amante, después de veinte años de convivencia y haber tenido un hijo con su marido. Pero, es que el hijo es uno de esos niños que nace con una enfermedad rara, que requiere toda la atención y mucho cariño, y al padre eso no le agradaba, empezando a mostrar su distanciamiento hasta expulsarlos de la casa al cabo de veinte años.”
“Por dónde empezar, qué decir a cerca de J., si anda por la vida en círculos; o como los ojos del Guadiana aparece y desaparece, mostrando la imagen buena unas veces, la mala otras. No es que él lo quiera así, es que una sádica fuerza lo maneja y él, como es así, se deja llevar.”
“Conserva unos destellos de inteligencia y buen gusto que asombra, su rostro es como el de un niño, su mirada franca, sus gestos graciosos, su sonrisa permanente, lo que da prueba de un espíritu sencillo, bondadoso, que la mueven espontáneamente a sufrir por un cuento destrozado y enseguida se ofrece a repararlo; y lo mismo se conmueve ante el sufrimiento ajeno y al instante se ofrece para aliviarlo…
Esta mujer es muy inteligente, sus desgracias, ocultas o más bien desvanecidas totalmente en la imagen que hemos visto, no han dejado la menor huella, ella es ahora otro ser, absolutamente generoso pues da lo que ha recibido: sostén, alivio, amor; de lo que fue le queda la inteligencia, la gracia, el buen gusto; está muy protegida contra el mal, como bien claro nos lo dejó otro día; nadie mejor que un niño sabe de quién puede fiarse, nadie mejor que ellos leen la expresión de los adultos, el tono de voz, y conocen sus intenciones, y adivinan los peligros.”

no había encontrado ni el momento ni el modo de comentar cómo son las visitas de T. No sé bien si será porque ella habla tanto y tan deprisa que no me permite asimilar cuanto dice, porque es en verdad un torbellino de sentimientos e imaginación, y como lo dice con tanta gracia, te distrae ella misma y no le das la importancia que tiene a lo que dice. Quizá ella misma no es consciente de la trascendencia de todo lo que dice. También  protesta mucho de todo, y esto lleva a ser  prevenido para no seguirle el juego, no sea que vaya a pensar que siempre tiene razón…”
Es el chico el primero que habla, la madre no puede, está agotada, pero deja habar a su hijo. Es un joven de diecisiete años, que está matriculado en cuarto curso de la ESO , y quiere estudiar una carrera universitaria, ciencias políticas exactamente; pero, ahora no tienen casa, ni recursos económicos, ni trabajo.  El chico piensa por la madre y va a una velocidad propia de su edad, pero él no se da cuenta de que para llegar allí todavía depende de su madre, y si su madre no le puede dar alojamiento y comida, entonces el debiera ceder un poco en sus aspiraciones, no ir tan deprisa y ayudar a la madre, que está agotada y sola. La madre a penas dice alguna palabra o hace algún gesto de impotencia ante las palabras impetuosas de su hijo.

Dicho así parecería que estamos ante un chico caprichoso y egoísta. En absoluto, es un joven que sufre la enfermedad de asperger, tiene una inteligencia muy despierta, y esto en unas  condiciones de vida atroces…”
“F., no es alguien que pase desapercibido, entró en la oficina casi como un vendaval, él anda muy deprisa siempre. Acepta el café que se le ofrece con modales muy distinguidos y seguidamente se sienta en el sofá, se pone a ojear unas revistas y de pronto se pone a hablar en voz alta, mirando a cualquier parte;  comienza una retahíla de amenazas e improperios que no tienen un destinatario visible, gracias a Dios;  sus enemigos imaginarios son los que le alejan de ese talismán : “la monegasca”,( …“la monegasca”, con  la cual, una vez la consiga,  se le abrirán las puertas a su mundo perdido:  con ella tendrá acceso a su cuenta corriente, y se acabarán su penuria y su mala vida; además tendrá acceso a sus propiedades, con ella recuperará su verdadera identidad y le permitirá heredar…). Gracias a Dios no somos los presentes sus enemigos, si no quién resistiría una acometida semejante con tanto brío como pone en sus amenazas.”
comenzamos a charlar, y era como volar por un mundo de fantasía: magos, ángeles, seres extraordinarios y puros; y a mucha distancia el malo, el diablo. Un refugio perfecto. Al decirle yo que creía que el diablo me estaba persiguiendo, que incluso había soñado con él hacia unos pocos días, me dijo que no le tuviera miedo, que no podía hacerme nada. Y siguió comentando sus aficiones literarias, y más concretamente de libros de magia; además me dijo que escribe cuentos, y para demostrarlo me invitó a escuchar uno. Yo estaba esperando que sacara una libreta o unos papeles, pero él estaba concentrado en  su “supermóvil-eboock-planisferio-brújula”, y me sentí un poco "paleto". Comenzó a leer en voz alta y clara unas descripciones  minuciosas y plásticas de cada personaje (él también pinta; es cuenta cuentos, mimador); utiliza un  vocabulario culto  y preciso, y la narración te llevaba dócilmente, sin prisas por conocer el desenlace, disfrutando de la lectura y del paisaje.

Tú no pareces de esta época, le digo; ya ha mostrado su gusto por la pronunciación completa de las palabras y sin acentos, y  él me responde muy convencido y satisfecho de que le haga esta observación que por supuesto, porque esta época es fea y muy mala para vivir.”
es como un payaso al natural, sin maquillajes ni costosos ensayos, el siempre provoca una sonrisa, no hace gran cosa, mas bien suele estar callado, observando el entorno con unos ojos muy vivos y alegres, siguiendo las conversaciones con sus gestos y sus sonrisas. Pero esa actitud suya invita a cualquiera a que le diga alguna palabra o le haga cualquier pregunta…
¿Qué número calzas? Le pregunta alguien, y el contesta con toda naturalidad, sin molestarse lo más mínimo mirando sus enormes botas, el cuarenta y dos; nadie se ríe por ello, y él sigue dando más explicaciones, son unas botas de un trabajador de telefónica; entonces cada uno expresa su admiración  y hemos disfrutado de una conversación agradable, inofensiva, y S. se ha convertido en el centro sin aspavientos ni exigencias.”





DÍA MUNDIAL DE LA SALUD MENTAL.


Como denuncia del abandono que sufren muchos enfermos mentales, en nuestra sociedad progresista y desarrollada, traigo a la memoria un post que escribí el 25 de febrero de 2013

 Abandonado por todos a su suerte.

Hoy he conocido otro caso de un enfermo mental, que no le queda  otra alternativa que pasar sus días en la calle y buscarse la vida según su entender, porque no hay plazas vacantes en un centro de la Junta. Esto si la trabajadora social no consigue colocarlo en algún albergue como solución transitoria, hasta que quede alguna plaza vacante en un centro, y no será por que no dedique todo su esfuerzo  en conseguirlo.

¿Dónde está la familia,  por qué no se puede hacer cargo de esta persona? Muy complicado, es muy complicado responder a esta pregunta; lo cierto es que no todas las familias están en condiciones de hacerse cargo de una persona cuyos cuidados requieren mucha dedicación, entrega, conocimientos, recursos y en algunos casos fuerza, y en no pocas ocasiones se sienten solas y sin recursos. Además,  debido a los recortes en sanidad tienen que pagar las medicinas o se retrasan las consultas.

Hay que añadir en el caso de esta familia, además, otro de los gravísimos males  que aquejan a esta sociedad: es una familia desestructurada…

Nunca han estado los ciudadanos más necesitados más desprotegidos, si no se les proporciona el apoyo económico y sanitario necesario a las familias con alguno de sus miembros enfermo crónico o con alguna enfermedad mental, ¿qué clase de estado tenemos? si no se protege ante todo al más débil, ¿cómo vamos a confiar en ese estado?, nadie puede sentirse seguro. Hoy, muchos miran para otro lado ante los problemas ajenos y piensan que mientras no le toque a él, que cada uno se las apañe.

A pesar de todo, yo  pienso y digo con frecuencia que la misericordia de Dios es infinita, y de alguna manera no deja completamente abandonados a los más ncesitados, de ahí que existan muchas instituciones que atienden casos extremos, y otras muchas instituciones y personas que por propia iniciativa socorren de manera silenciosa y eficaz a personas que están solas.  Cuando a veces no vemos la solución al problema, seguramente la conciencia nos está avisando que no podemos conformarnos, que tenemos que hacer ver a todos que hemos de esforzarnos por mejorar como sociedad y como ciudadanos.


Por eso hoy, ha habido alguien que ha hecho lo posible para que esta persona no quede en la calle, ha presionado a quienes pueden evitarlo aunque tengan que saltarse algún precepto, y así este hombre pueda esperar  su plaza en un centro adecuado de manera digna, sin estar expuesto los  peligros de la calle.

domingo, 5 de octubre de 2014

No tener donde reposar la cabeza




                                                     Ilustração de Carlos Ribeiro


Vivir es difícil, ser feliz, mucho más. Es preciso aprender a dar y a aceptar. Comprender que las alegrías y las tristezas forman parte de nuestra esencia y que no nos debemos cerrar nunca. Cada uno de nosotros es una fuente de sentido para el mundo, para los otros, para sí mismo. Debemos mirar de frente, más halla del horizonte y seguir adelante. A pesar de todo.

La felicidad depende de ser sencillo. Conlleva sufrimiento, por la pureza que exige. Nunca se llega a la felicidad por lo material, porque pasa por renunciar a lo que tiene menos valor. Ser feliz es se, no es tener.

Una vida buena supone que seamos capaces de no dejarnos tocar e influenciar por lo que nos rodea, sin miedo. De la capacidad de ser sensible a lo que viene de fuera resultan las impresiones.

De la misma forma, quien busca una vida buena debe ser capaz de darse al mundo, entregando lo mejor de sí, arriesgándose a hacer el ridículo, sin miedo. De la capacidad de exteriorizar lo que viene de dentro, resultan las expresiones.

Impresiones y expresiones tienden a funcionar de forma armoniosa, en una especie de respiración. Se animan y se potencias unas a otras, garantizando una auténtica experiencia vital.  La presión que está en la base de ambos movimientos es la fuerza que transforma una supervivencia biológica en una vida humana plena de sentido. Sin ella, aparece una forma de presión, un fallo grave de esta dinámica esencial donde se conjugan expresión e impresión. El dar y el aceptar.

Antes de descubrir algún sentido a la vida, importa comprenderla tal como es. Aceptando los desafíos que nos lanza.

La muerte clava en el fondo de cada hombre la cuestión del sentido de la vida, ¡aunque muchos vivan como si ella no fuera probable siquiera! Posponen decisiones, tareas, empeños, palabras y actos para otro momento, para después, como si este tiempo fuese tan cierto como el anterior. No lo es.

Puede haber un infierno antes de la muerte, un estado del alma para quien, habiendo tenido una vida entera a su disposición, escogió demorar lo importante, acomodándose a la rutina fatal de las insignificancias. Después, ya en un momento tardío, contemplará de forma triste y tardía la vida que escogió para sí. Este demasiado tarde, sin ninguna posibilidad de volver atrás, es el tiempo de sufrir para muchos. Sin disculpas. Sólo la responsabilidad de quien se rindió al miedo y abdicó de luchar por la felicidad profunda y duradera. La única que existe.

Nada está decidido antes del último momento. Hay siempre tiempo para recomenzar.

Si morir es cierto, ser feliz no lo es… Y porque el precio de la pasividad es superior al del error, debemos arriesgar la vida por la felicidad, antes de la muerte, antes del infierno del demasiado tarde. Con la posibilidad de que seamos felices, tratemos de no tener que permanecer para siempre en las torturas de la culpa. Con la firmeza de quien sabe que por mayor que sea la tragedia, la felicidad depende siempre más de nosotros que de las circunstancias.

Muchas veces la necesidad de sentido choca contra la aparente indiferencia de la realidad frente a nuestras preguntas y desasosiegos. Resulta evidente que el mundo no nos responderá ni nos dará nada por lástima. Pero es en el abismo que nos separa del mundo donde somos llamados a construir la respuesta. ¡A ser respuesta! A que seamos el mundo que falta.

El camino que trazamos y recorremos nos lleva a la muerte, pero es a través de ella como se llega al infinito que existe más allá. Es por esta vida por donde se llega a la otra. ¿Cuántas veces para llegar a la luz, la paz, la fuente del bien en nosotros… tenemos que pasar por caminos largos, fríos y oscuros?


Puedo no tener donde reposar la cabeza, pero aún así, no dejaré nunca de tener la obligación de soñar, luchar y ser feliz. Amando. A pesar de todo.

sábado, 4 de octubre de 2014

Especialistas en provocar división



Son especialistas en provocar división. Y no se conforman con declaraciones, no, llegan a plasmarla en leyes que no se pueden aplicar sin ofender a la justicia. Han querido hacer un “código de familia” para destruirla, acompañándolo de leyes como las de género, la del aborto…

Voy a proponer un caso basado en la realidad: Hasta hace poco era una persona “respetable”, pero al separarse, y después divorciarse, sin que nadie le haya amparado, ni ningún juez sepa donde estaba la causa, lo castigan, con pensiones, con alejamiento, sin tutela de los hijos, etc. Pero lo peor es cuando el hijo también se convierte, a ojos de la justicia, en un delincuente, sin haber hecho las averiguaciones que en cualquier caso criminal se hacen. Aquí basta una denuncia, amparada por la discriminación positiva.

¡Cuánto tendrá que luchar esta persona con su conciencia para no caer en el desánimo! Para convencerse de que la justicia humana no es justicia, hoy menos que nunca,  refriéndonos a las leyes de familia, la de adopciones, las que defienden ocho tipos o más de familia.  A la vista está que no son capaces de regular eficazmente, y recomponer,  las relaciones familiares; de aportar paz a la sociedad.

Tú escuchas esto de boca de un político novato y aspirante, del segundo partido del país: “Haré que las víctimas de terrorismo machista sean también reconocidas con funerales de Estado con la presencia del Gobierno y del presidente del Gobierno en el momento en el que se produzcan esos asesinatos viles". Y te quedas de momento aturdido, no sabes si es una genialidad o una barbaridad, pero en seguida caes en la cuenta de que busca desesperadamente votos, y es tan insensato, tan inmoral que utiliza la desgracia de los demás para hacerse cercano y el bueno.

“Terrorismo machista”. Han creído que con esas leyes inicuas, con los cambios de denominación de la familia, el aborto, y otras sutilezas nefastas, iban a arreglar el mundo, pero la violencia doméstica crece sin parar, quizá porque la ruina económica y moral de tantas familias lleva a la desesperación. Y además es el reflejo o el preámbulo de lo que le ocurrirá a una sociedad que se ha dedicado con afán a socavar sus cimientos, alejada de la justicia universal y eterna, del concepto de patria, y mandando callar a la Suprema conciencia, que conoce al hombre mejor que el  mismo hombre.

Quizá sea una forma más de llevar a cabo esta tercera guerra mundial que asola el mundo. Lo llama terrorismo machista, que sumaremos al terrorismo político tradicional, impaciente por ocupar el poder para acabar con el enemigo, y que en la actualidad ha logrado el poder en varios países del mundo, y al terrorismo más cruel y con aspiración universal, representado en el infame Estado islámico.

¿Dónde no hay guerra; dónde se  vive en paz; dónde no hay miedo al futuro; dónde no se ha instalado la miseria justo a nuestro lado? Campos inmensos de refugiados en todo el mundo, diariamente náufragos en el estrecho, siguiendo un espejismo; familias, separadas o no, que pierden sus casas, y han de ser socorridas… campañas para alimentar a niños que comienzan a padecer desnutrición.


Pero frente a la violencia y la destrucción, son muchos también los que se revelan, y luchan, y colaboran voluntariamente a favor de las víctimas. No le será fácil al mal acabar con el bien. Gracias a Dios, y a muchas personas sanas que creen en la humandad.

viernes, 3 de octubre de 2014

Dios muestra su fuerza en la vulnerabilidad de los hombres




Esta semana también han sucedido varias cosas buenas, y no puede ser por casualidad. La oficina ha estado a tope, literalmente hubo momentos en que no se cabía, puede que haya habido hiperactividad, pero en medio de este “jaleo” han sucedido cosas extraordinarias.

Si  es cierto lo que digo, juzguen ustedes mismos por las que le voy a contar.

Primero nos visita aquel poeta que le regaló a T. hace unos meses una poesía por su cumpleaños. Se había ido a Cádiz porque aquí no le renovaban la estancia en el albergue, y ahora, al cabo de dos meses, vuelve a vernos. Se  aprecia enseguida que no le va mal por su aspecto cuidado y muy personal; nos damos un abrazo y lo primero que me dice es que ha encontrado su sitio, que no para de producir poesías, que ha encontrado su musa en la Caleta y lo ha contratado nada menos que una familia carnavalera de mucho rango. Hasta lo han bautizado en la playa de la caleta y le han puesto nuevo nombre, “Carita de Plata”, que lo define por fuera y por dentro.

Como casi siempre llegó al final, casi fuera de horario, una persona no menos extraordinaria por su sencillez, su inocencia y su enorme vulnerabilidad, tanta, que me atrevería a decir que Dios mismo la trajo a nosotros para que nuestra trabajadora social descubriera el error que la había hecho sentirse perdida, y así evitar tener que dormir en la calle. Teniendo dinero no sabía donde, pero la trabajadora descubrió la entidad bancaria donde  tenía su cuenta por medio de unas llamadas telefónicas. La acompañamos para que se sintiera segura; fuimos también con ella a sacar el billete para regresar a su casa y afortunadamente le costó la mitad, era día de oferta en la Renfe. La alegría que le entró le ayudó a soportar la espera hasta el día siguiente.

Hoy llegó otro hombre mayor, no menos vulnerable que la señora anterior, con  muletas y a punto de desmayarse, por los nervios y el agobio que le producía una sala tan pequeña llena de gente, a él que ha vivido toda la vida en el campo. Este hombre tampoco sabe que ya le están buscando los Servicios Sociales una residencia, y viene a cáritas para que le ayudemos aquí a buscársela. La trabajadora llamó enseguida a sus compañeras de los Servicios Sociales municipales y, efectivamente, lo echaban de menos allí, incluso se había negado a recibir la ayuda que le ofrecían mediante la ley de Dependencia.
Trabajo nos costó convencerlo de que aceptara esa ayuda, que así una asistenta iría a hacerle la comida y a hacerle compañía un rato, y que así ya podría dejar de comer bocadillos y migote de leche todas las noches. Además tendría la oportunidad de contarle sus historias con los caballos, los perros, las ovejas; de cómo era él “el hombre del tiempo” y no se equivocaba nunca mirando al cielo y a la tierra. Este hombre, sabe qué tiempo va a hacer en plena naturaleza, pero no sabe defenderse ahora, perdido en la ciudad, donde vino engañado por su propia hija, que lo trajo con ella por dinero, dice él, y ahora lo ha dejado solo porque ya se ha terminado el capitalito que traía.

Qué contento volvió para casa, después de prometer que la semana que viene recibirá a la trabajadora social municipal en su casa para acordar el horario de la asistenta que irá a cuidarlo diariamente. “Hoy ya he hecho el día. He conocido gente estupenda”, me dijo al despedirse, y repitió su compromiso de aceptar la ayuda y nunca más  salir de casa solo por la noche. Pero, este hombre busca  aire fresco y limpio, la naturaleza, donde se ha criado y vivido siempre con los animales, los entiende a todos mejor que a los hombres; sólo confía y echa de menos a  su nieto, que encima es marino y no para…

“Por la grandeza de las revelaciones y para que no me engría, se me ha dado una espina en la carne: un emisario de Satanás que me abofetea, para que no me engría. Por ello, tres veces le he pedido al Señor que lo apartase de mí y me ha respondido:“Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad”.  2Cor. 12, 7-9           


miércoles, 1 de octubre de 2014

Desmanes de esta sociedad


No soporto la burla o el menosprecio hacia alguien que sufre de enajenación mental; el que menosprecie o manifieste desagrado y rechazo hacia una persona que no sabe ni puede controlar sus actos porque su mente no rige sino que fantasea, y no como la noble y generosa mente de Don Quijote, sino más vulgarmente, ese no tiene tampoco una mente bien dirigida y no muestra en absoluto sabiduría, tampoco puede presumir de sentimientos de humanidad y piedad.

La verdad es que es otro de los grandes desmanes de esta sociedad, el haber dejado en la calle, a su libre albedrío, o a cargo de los familiares en el mejor de los casos, a las personas con problemas mentales. Mucho se ha abusado de la palabra “integración”, en los colegios con los niños con problemas, y ahí está el resultado: la educación es el mayor fracaso de esta sociedad; en el caso de las personas con problemas mentales también se les ha querido “integrar” en la sociedad, y el resultado es que muchas familias tienen que suplicar ayuda, y cuando no, estas personas terminan en la calle de la peor de las maneras, abandonadas en su propio caos mental.

Hoy es uno de esos días en los que compruebas las reacciones humanas en toda su crudeza, porque, efectivamente, la actitud ante una persona que sufre enajenación mental,  pone a prueba nuestro grado de humanidad. He visto que unos huyen de estas personas por miedo, ya tienen bastante con vivir en la calle, sólo les faltaba a ellos eso. Otros se lo toman a broma, y los hay que muestran cierto rechazo, y hasta los que tratan de hacer que esa persona piense, con lo cual aumentan su suspicacia y recelo hacia el “listo”; otros observan cautelosamente y esperan que se vaya pronto. En este ambiente no es fácil ayudar a esa persona.

La conclusión mejor sería que hay que proteger a estas personas,  librarlas de las burlas, el menosprecio y el recelo, librarlas de sí mismas ofreciéndoles un entorno adecuado, seguro y estable.

No pretendo presumir en absoluto, las condiciones de vida que sufren los enfermos mentales es bastante triste y requiere una solución adecuada de toda la sociedad, pero recuerdo con cierta emoción mi primer voluntariado, hace muchos años, en el “Sanatorio Mental” de los Hermanos de San Juan de Dios, en Palencia. Aún recuerdo con total claridad ciertas escenas dantescas, en las que los hermanos de San Jan de Dios tenían un comportamiento sobrehumano, me admiraba aquel talante de los hermanos, siempre alegres, hablándole a  cada enfermo  según su lógica y sus fantasías. Humildemente acepto la lección que me dieron, hace más de veinte años, y que me es tan útil en estos tiempos.


Entonces era muy joven, íbamos más bien de visita un día a la semana, y nos esperaban todos, hermanos y pacientes, algunos se agarraban a ti y era difícil librarte de ellos, otros te miraban insistentemente como un bicho raro, y se reían. Las escenas eran tan fuertes muchas veces, que las  tengo totalmente vivas en mi memoria, como aquel día que pasé no sé cuanto tiempo, dando vueltas y vueltas al enorme jardín,  con uno que tenía un plan extraordinario para repoblar de árboles media España y mejorar extraordinariamente la producción de los campos. Ahora creo darme cuenta dónde aprendí yo a escuchar, les debía esta lección también a los hermanos y a los enfermos agradecidos, porque yo procuraba hacer como los hermanos hacían y nos decían,  simpre agradecidas y amables.